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Respuesta:
En décadas recientes ha habido una actividad considerable en términos de la
formulación y revisión de constituciones políticas,2
lo cual refleja un cambio en la
percepción sobre su importancia y propósitos. Varias constituciones contemporáneas
han marcado el fin de una época y el inicio de otra distinta bajo la hegemonía de
nuevas fuerzas sociales, entre las cuales los países de Europa Oriental ofrecen buenos
ejemplos. Algunas reflejan el compromiso o la presión hacia una mayor
democratización, como consecuencia del desencanto motivado por un régimen
unipartidista o militar, como ocurrió en Tailandia, Brasil, Argentina y Mozambique.
En otros países, siendo de particular interés Nepal, estas son el resultado de acuerdos
logrados tras antiguos conflictos internos, centrados en la reconfiguración del Estado
a través de un proceso de negociación –con frecuencia con la ayuda de mediadores
externos— cuando ninguna de las partes lograba imponerse militarmente o si el costo
del conflicto se tornaba inaceptablemente alto, tal como el caso de Sudáfrica, Irlanda
del Norte, Afganistán, Irak, Bosnia-Herzegovina y Sudán.
Muchos conflictos internos giran en torno a la estructura del Estado y la distribución
de sus atribuciones y recursos. En este sentido, al menos hasta cierto punto se trata de
conflictos en torno a la constitución política, cuya resolución a menudo se logra con
éxito cuando surge y se llega a instituir un nuevo documento a partir de un consenso
(en los Acuerdos de París en el caso de Camboya, por ejemplo, se estableció que las
responsabilidades de las Naciones Unidas concluirían con la adopción de la Carta
Magna). Si bien la adopción de un nuevo documento constitucional marca un hito, no
sería realista asumir que con ello se resuelven todos los problemas o que este va a
arraigarse automáticamente, puesto que requiere nutrirse y es necesario considerar las
distintas medidas a adoptar para que alcance plena vigencia.
El documento constitucional debe abordar no solo la estructura del gobierno, sino
también la forma en que las comunidades se relacionan con esa estructura y otros
aspectos sociales críticos. Aunque las negociaciones en torno a la constitución se
consideran como el método idóneo para resolver diferencias, el hecho es que el
proceso que conduce a su formulación puede ser en sí mismo profundamente divisivo,
debido a que hay mucho en juego (el proceso en Kenya durante el período 2000-05,
ilustra el aspecto de la unificación y el de la división)3
. Se trata de un proceso a
menudo divisivo porque es profundamente político y es político no solo en el sentido
de que involucra un diálogo por el poder político y la deliberación en torno a los