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En los primeros años de la conquista, el gobernador de un territorio se encargaba de repartir las encomiendas. Por eso era importante que la gobernación tuviera una gran población indígena, pues así el gobernador podía disponer de encomiendas ricas para sus soldados. El encargado de repartir las primeras encomiendas fue Francisco Pizarro, quien privilegió a sus seguidores y relegó a Almagro y sus soldados. Este, decepcionado de su antiguo socio, pidió al rey una gobernación para él. En 1534, el rey creó tres nuevas gobernaciones en América del Sur, decisión que concedía a Almagro la gobernación de Nueva Toledo. Sin embargo, por la imprecisión de los límites, no se pudo determinar a qué gobernación pertenecía el Cusco, y tanto Pizarro como Almagro la reclamaron para sí. Almagro también realizó una expedición a Chile para conocer sus nuevos territorios. Pero, decepcionado por la pobreza de esa tierra, regresó al Cusco. Allí encontró afincados a los hermanos de Pizarro, Hernando y Gonzalo. Tras tomar la ciudad, Almagro los apresó provocando el enfrentamiento directo entre pizarristas y almagristas. El conflicto terminó con la derrota de estos últimos en la batalla de las Salinas, el 6 de abril de 1538, y con la ejecución de Almagro. Los pocos almagristas sobrevivientes fueron despojados de sus encomiendas. Sin embargo, tras reagruparse alrededor de Diego de Almagro el Mozo, hijo de su antiguo líder, esperaban que el magistrado Cristóbal Vaca de Castro, enviado por la Corona para restablecer el orden, les diera la razón. Pero ante la sospecha de que Pizarro lo había comprado, los almagristas decidieron tomar la justicia por sus propias manos y asesinaron a Pizarro en junio de 1541. Almagro el Mozo se autonombró gobernador, en abierto desacato a la Corona. Vaca de Castro, quien consiguió el apoyo de los pizarristas, lo derrotó en la batalla de Chupas (16 de setiembre de 1542). Luego, Almagro el Mozo fue sentenciado a muerte.