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mansito:
1. Su nombre es Dulcinea; (...) su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de la belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo p
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Ejemplos de Prosopografía:Su nombre es Dulcinea; (...) su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de la belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la consideración puede encarecerlas y no compararlas.Letamendi era un señor flaco, bajito... Escuálido.. con melenas grises y barba blanca.. Tenía cierto tipo de aguilucho: la nariz corva.. Los ojos hundidos y brillantes.. se veía en él un hombre que se había hecho una cabeza.. como dicen los franceses... Vestía siempre levita algo entallada... y llevaba un sombrero de copa de alas planas.. de esos sombreros clásicos de los melenudos profesores de la Sorbona...Aun ahora, con su elevada estatura, barba rizosa y bien cortada, losojos animados y brillantes y el cutis sin arrugas, sería aceptado por muchas mujeres(...) riendo, con su doble fila de dientes blancos, con su cara atezada y sobria, su cabeza pelada y su mechoncillo en la frente... Calzaba entonces alpargatas, no sólo por su limpia pobreza, sino porque era el calzado natural a que su pie se acostumbró de chiquillo y que él recuperaba en cuanto la estación madrileña se lo consentía. Llegaba en mangas de camisa, sin corbata ni cuello, casi mojado aún de su chapuzón en la corriente. Unos ojos azules, como dos piedras límpidas sobre las que el agua hubiese pasado durante años, brillaban en la faz térrea, arcilla pura, donde la dentadura blanca, blanquísima, contrastaba con violencia como, efectivamente, una irrupción de espuma sobre una tierra ocre..Comienço por los cabellos. ¿Vees tú las madexas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son, y no resplandecen menos. Su longura hasta el postrero asiento de sus pies; después, crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, que no ha más menester para convertir los hombres en piedras. […] Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas y alçadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labios, colorados y grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondeza y forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar?, que se despereza el hombre cuando las mira. La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escuresçe la nieve, la color mezclada, qual ella la escogió para sí. […] Las manos pequeñas e mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; las uñas en ellos largas y coloradas, que parescen rubíes entre perlas.
Fernando de Rojas, La Celestina...
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