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La teoría de la evolución por selección natural también ha sido adoptada como fundamento por diferentes sistemas éticos y sociales, como el darwinismo social, una idea popular en el siglo XIX, anterior a la publicación de «El origen de las especies». El darwinismo social mantiene que la supervivencia de los más aptos (frase acuñada en 1851 por Herbert Spencer 6 años antes de que Darwin publicara su teoría de la evolución) explica y justifica las diferencias de riqueza y éxito entre las sociedades y las personas. Una interpretación similar fue la eugenesia, creada por Francis Galton, primo de Darwin. Esta corriente de pensamiento mantenía que la civilización humana subvertía la selección natural al permitir la supervivencia y reproducción de los menos inteligentes y sanos.
Defensores posteriores de esta teoría sugieren medidas sociales radicales y a menudo coercitivas, en un intento de «corregir» este desequilibrio. Thomas Huxley pasó mucho tiempo demostrando con una serie de experimentos que no solo sería inmoral, sino también imposible,1 Stephen Jay Gould y otros han argumentado que el darwinismo social se basa en conceptos erróneos de la teoría de la evolución, y muchos éticos lo consideran un caso del problema del ser y el deber ser. Después de que las atrocidades del Holocausto se vincularan a la eugenesia, esta corriente perdió el favor del público y la opinión científica, aunque nunca se aceptó universalmente, y en ningún punto de la literatura nazi se menciona a Charles Darwin o la teoría de la evolución.2
En su libro El fin de la fe, Sam Harris argumenta que el nazismo fue sobre todo una continuación del antisemitismo cristiano. Jim Walker compiló una lista de 129 citas del Mein Kampf en las que Hitler se describe como cristiano, o bien menciona a Dios, Cristo o un pasaje bíblico.3 Otros argumentan que seis millones de las víctimas del Holocausto fueron asesinadas por su religión, no por su raza ni ninguna otra razón vinculada con el mecanismo de la evolución darwiniana. Hitler utilizó a menudo creencias cristianas como «los judíos mataron a Jesús» para justificar su antisemitismo.4
La noción de que los humanos comparten ancestros con otros animales también ha afectado a la forma en que ciertas personas ven la relación entre los humanos y otras especies. Muchos defensores de los derechos de los animales mantienen que si humanos y animales comparten la misma naturaleza, ambos deben gozar de los mismos derechos.
De hecho, Charles Darwin consideraba que la simpatía5 era una de las más importantes virtudes morales, y que era producto de la selección natural, un rasgo beneficioso de los animales sociales (incluyendo al Homo Sapiens). Darwin argumentó además que por consecuencia, las sociedades más compasivas serían las más exitosas, y que nuestra simpatía debía extenderse a «todos los seres capaces de sentir».
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