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El debate televisivo se erige en el panorama audiovisual actual como un formato de especial importancia. La variedad tipológica es grande: se pueden hallar debates sobre la actualidad política y social, sobre eventos deportivos, sobre la vida de personajes de la prensa rosa o, incluso, debates sobre contenidos de otros programas (con especial incidencia de los reality-shows). Ahora bien, ¿resulta adecuado englobar tal multiplicidad de programas bajo la etiqueta de “debate televisivo”?
Tal duda surge ante la dificultad de hermanar temáticamente un debate sobre, por ejemplo, las elecciones generales, con uno relativo a las cuitas amorosas de la estrella televisiva de turno. Es entonces cuando parece aflorar una contradicción conceptual: si bien la dependencia de la tertulia radiofónica (consistente, fundamentalmente, en personas conversando) parece ligar formalmente a todos estos formatos, la distancia entre los contenidos plantea la posibilidad de segregarlos en diferentes géneros. Por lo tanto, parece que la pregunta pertinente es si el debate televisivo se ve definido por sus rasgos formales o por sus contenidos temáticos.
La hipótesis de este trabajo es que, definitivamente, los debates televisivos lo son en tanto en cuanto se configuran expresivamente de una manera concreta: es su estructura formal la que los define, independientemente de aquello sobre lo que verse el debate. Partiendo de esa premisa intelectual, los objetivos fundamentales de esta propuesta son dos: en primer lugar, describir los rasgos característicos de los debates televisivos como género televisivo desde un punto de vista formal; en segundo lugar, comprobar la naturaleza de la deriva que el concepto de “debate” experimenta en su paso del medio radiofónico al medio televisivo.
Metodológicamente hablando, la presente propuesta se apoya en las referencias teóricas que estudian el discurso televisivo, haciendo hincapié en la esencia espectacular de este. Así, las ideas de clásicos como Debord o González Requena conviven con otras aportaciones más recientes como las de Imbert, proporcionando el utillaje apropiado para hacer un análisis de casos, entre los que se incluyen La Sexta Noche, Sálvame o ¿Quién educa a quién?, recogiendo así las principales variantes de lo que el imaginario colectivo señala como debate televisivo.
Anticipando algunos de los elementos básicos que vertebrarán la discusión correspondiente, la ponencia abordará la idea de que la tertulia radiofónica, por los propios límites formales del medio, tendía a un propósito eminentemente informativo (utilizando el concepto tal y como lo hace Palao Errando), mientras que el debate televisivo, atendiendo a esas mismas constricciones formales, apunta de tal manera al espectáculo que dificulta ya no el dominio, sino la mera presencia de lo informativo. En este caso, las conclusiones intentarán dilucidar si, en realidad, el debate televisivo es formalmente incompatible con una función informativa.
el debate televisivo se erige en el panorama audiovisual actual como un formato de especial importancua.
bueno es pero corazon o corona me comformo