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Mujeres votando en América Latina
Aunque la conquista del voto por parte de las mujeres supuso un primer e importante logro en materia de participación y representación en sus países y comunidades, la realidad es que la igualdad política es una meta que aún se ve lejana.
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Strategia Electoral
14 de octubre, 2019
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Este jueves 17 de octubre se cumplen 66 años de que se reconociera el derecho a votar de las mujeres mexicanas, y aunque ahora es algo que damos por sentado, la realidad es que este fue el resultado de muchos años de lucha por conseguir igualdad política –al menos en papel–, tanto en México como en el resto de la región. A partir de ese primer logro vinieron muchas más conquistas en materia de participación política de las mujeres.
En el marco de esta conmemoración vale la pena reflexionar sobre el avance de las mujeres para conseguir espacios en la vida política y profesional, pues sabemos que aunque se han logrado avances importantes, los obstáculos todavía son muchos.
Sin duda una primera conquista fue el reconocimiento constitucional, legal y práctico del derecho al voto. Uruguay es el pionero en este sentido, y lo hizo por partida doble, pues la primera vez que una mujer votó en la región fue en el plebiscito de Cerro Chato realizado el 3 de julio de 1927, este también fue el primer ejercicio de democracia directa en América Latina. Esto fue posible ya que en el artículo 10 del decreto emitido por la Corte Electoral de este país para convocar a este ejercicio se estableció que:
Las personas sin distinción de nacionalidad y sexo que deseen intervenir en el plebiscito deberán inscribirse previamente en el Registro que abrirá la Comisión Especial Parlamentaria.1
Fue bajo estas condiciones la primera mujer en ejercer el sufragio en aquella histórica votación fue Rita Ribera, una inmigrante afrodescendiente de origen brasileño que entonces tenía 90 años. Sin embargo, pasarían 11 años para que las mujeres pudieran votar a nivel nacional, pues aunque el derecho al sufragio femenino en Uruguay se aprobó en 1932 con la Ley 8927, el golpe de Estado encabezado por Gabriel Terra en 1933 detuvo la posibilidad de voto hasta 1938, cuando las mujeres uruguayas pudieron votar por primera vez en una elección presidencial.
Aunque en Uruguay votaron primero las mujeres, fue en Ecuador donde se reconoció a nivel constitucional este derecho primero, ya que esto ocurrió 1929. A partir de entonces, poco a poco, el resto de los países se fueron uniendo a este cambio de paradigma. Al respecto vale la pena anotar que en varios países hubo un primer momento de reconocimiento parcial del derecho de las mujeres a participar en las elecciones y más adelante se les reconoce el derecho universal a poder participar, tanto como electoras como candidatas.
El año en que se dio el reconocimiento pleno del derecho al sufragio de las mujeres en cada país de la región fue:
Ecuador 1929
Uruguay 1932
Cuba 1934
República Dominicana 1942
Panamá y Brasil 1946
Argentina y Venezuela 1947
Chile y Costa Rica 1949
El Salvador 1950
Bolivia 1952
México 1953
Colombia y Belice 1954
Nicaragua y Honduras 1955
Paraguay 1961 2
Guatemala 1965
Perú 1979
Aunque la conquista del voto por parte de las mujeres supuso un primer e importante logro en materia de participación y representación en sus países y comunidades, y que poco a poco se han implementado acciones afirmativas para impulsar la participación política de las mujeres en condiciones de equidad, la realidad es que la igualdad política es una meta que aún se ve lejana.
ONU Mujeres ha señalado que los dos obstáculos principales a los que se enfrentan las mujeres para lograr una participación política activa son, por un lado las barreras estructurales creadas por leyes e instituciones que discriminan y limitan las opciones que tienen las mujeres para votar o presentarse a elecciones; y por otro, las brechas que hacen que las mujeres tengan menos probabilidad que los hombres de contar con educación, contactos y recursos necesarios para convertirse en líderes eficaces.3
Esta fecha debe servirnos para no perder de vista que, aunque el discurso de género cada día es más presente en la narrativa del mundo político, en los hechos todavía falta mucho por hacer, tanto en el sector público como en el privado para lograr que hombres y mujeres sean vistos de manera igual y tengan acceso a condiciones iguales para lograr un pleno desarrollo en la vida política y profesional.