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Tenemos el significado dado por vez primera por Marx, quien no buscaba la esencia del capitalismo en un espíritu de empresa, ni en el uso de dinero para financiar una serie de transacciones de intercambio a fin de lograr una ganancia, sino en un modo particular de producción. Con modo de producción no mentaba el mero estado de la técnica -que denominó estado de las fuerzas productivas-, sino el modo de apropiación de los medios de producción y las relaciones sociales entre los hombres resultantes de sus conexiones con el proceso de producción. Así, “capitalismo” no era simplemente un sistema de producción para el mercado, o sistema de producción de mercancías, como lo denominara Marx, sino un sistema bajo el que la fuerza de trabajo se había “convertido, a su vez, en mercancía” y era comprada y vendida en el mercado como cualquier otro objeto de cambio. Tuvo su presupuesto histórico en la concentración de la propiedad de los medios de producción en manos de una clase que sólo constituía un pequeño sector de la sociedad y en el consiguiente surgimiento de una clase desposeída, que tenía en la venta de su fuerza de trabajo su única fuente de subsistencia. Esta última, por lo tanto, realizaba la actividad productiva, no por compulsión legal sino sobre la base de un contrato de salario. Es claro que esta definición excluye el régimen de producción de artesanos independientes, en que éstos poseían sus pequeños implementos de producción y efectuaban la venta de sus propios productos. Aquí no había divorcio entre propiedad y trabajo; y excepto donde contaba en cierto grado con el empleo de jornaleros, su interés esencial era la compra y venta de productos inanimados y no de fuerza humana de trabajo. Lo que diferencia esta definición de otras es que no basta con que exista comercio y préstamo en dinero, o una clase especializada de mercaderes o financistas -aunque sean hombres acaudalados- para constituir una sociedad capitalista. No basta que haya poseedores de capital, por “lucrativo” que sea: tienen que emplear ese capital para extraer plusvalía a la fuerza de trabajo en el proceso de producción. […]
es cuando el interés por una rutina segura y por consolidar una posición establecida tiende a desalojar el espíritu de aventura y cuando sobreviene un esclerosamiento de la industria capitalista. Comparándolo con sistemas anteriores, no pueden caber dudas de que el capitalismo moderno ha sido progresivo en alto grado: según el conocidísimo homenaje que le rindieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, “la burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario […] hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre […] (ella) no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social”.
Pasar, en la indagación económica, de un estudio de sociedades de cambio en general, a un estudio de la fisiología y el crecimiento de una economía específicamente capitalista -estudio que, necesariamente, debe ligarse a un estudio comparativo de diferentes formas de economía-, es un cambio de orientación que, al menos en Inglaterra, parece estar haciéndose esperar mucho tiempo.
Notas
[1] Tomado de Dobb, Maurice: Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Sig