Respuestas
Respuesta:
la biblia y la ciencia si concuerdan entre si en algunas partes
Explicación:
La respuesta que da la Biblia
Sí. La Biblia contiene información exacta desde el punto de vista científico, aunque no es un libro de ciencia. A continuación examinaremos algunas enseñanzas bíblicas. Verá que concuerdan con los descubrimientos científicos y que difieren mucho de las ideas que había en la época en que se escribió la Biblia.
El universo tuvo un principio (Génesis 1:1). En contraste, muchos mitos antiguos dan a entender que el universo es algo que fue organizado a partir de un caos ya existente, y no algo que fue creado de la nada. Los babilonios creían que los dioses que engendraron el universo salieron de dos grandes océanos. Y otras leyendas cuentan que el universo proviene de un huevo gigante.
El universo se rige día a día por un conjunto de leyes lógicas y precisas (Job 38:33; Jeremías 33:25). En cambio, los mitos de distintas partes del mundo enseñan que la humanidad se halla indefensa ante los actos impredecibles, y hasta crueles, de dioses caprichosos.
La Tierra está flotando sobre nada en el espacio (Job 26:7). Antiguas civilizaciones afirmaban que el mundo era un disco plano apoyado sobre un gigante o un animal, como un búfalo o una tortuga.
Los ríos y los manantiales existen gracias a la lluvia, la nieve o el granizo que cae de las nubes que se forman al evaporarse el agua de los océanos y de otras fuentes (Job 36:27, 28; Eclesiastés 1:7; Isaías 55:10; Amós 9:6). Los antiguos griegos pensaban que los ríos se alimentaban de aguas subterráneas procedentes del mar. Esta idea perduró hasta el siglo XVIII.
Las montañas van surgiendo o desapareciendo; las que hoy conocemos estuvieron alguna vez bajo los océanos (Salmo 104:6, 8). Sin embargo, diversos mitos afirman que los dioses formaron las montañas tal y como las vemos hoy.
Las normas higiénicas protegen la salud. La Ley de Dios obligaba a los israelitas a lavarse después de tocar un cadáver, poner en cuarentena a los que contraían una enfermedad contagiosa y deshacerse de forma adecuada de los excrementos humanos (Levítico 11:28; 13:1-5; Deuteronomio 23:13). No obstante, los egipcios de aquella época usaban excremento humano para preparar un ungüento que aplicaban a las heridas.