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ANTROPOCENTRISMO Y TEOCENTRISMO
EN LA ENSEÑANZA DE JUAN PABLO 11
JOSÉ LUIS ILLANES
1. Introducción
En la formación intelectual de ese pensador y filósofo que
fue, y es, Karol Wojtyla hay sin duda un momento decisivo: el encuentro con Max Scheler y Tomás de Aquino, o -por decirlo de
otra manera- el itinerario recorrido desde Scheler hasta el doctor
de Aquino, para, desde ahí, recuperar a un nuevo nivel de profundidad la aportación scheleriana. De ahí derivan su gusto por lo
concreto, por el análisis paciente y detallado del actuar humano,
poniendo de manifiesto la pluriformidad de sus matices y estructuras y, a la vez, su insistencia en la necesidad de abrirse a una profundidad a la que el análisis fenomenológico aboca, pero sin poder
no ya agotarla, sino tampoco esbozarla, puesto que le trasciende: el
núcleo metafísico de la persona, en otras palabras, su misterio, en
el sentido genuino del vocablo.
Ese itinerario y ese núcleo ha sido varias veces comentado,
pues se cuenta ya con estudios bastante completos sobre la formación filosófica de Karol Wojtyla 1. No puede, sin embargo, decirse
lo mismo desde una perspectiva teológica, ya que no existe aún
ningún estudio tan acabado y completo como los ya escritos desde
la perspectiva de la filosofía. Un influjo cabe, no obstante, señalar
1. La mejor introducción al respecto es a nuestro juicio la de R. BUTTIGLIO·
NE, Ji pensiero di Karoi Wojtyia, Milano 1982 (hay traducción española, publicada
por Ediciones Encuentro, Madrid).
SCRIPTA THEOLOGICA 20 (1988/2-3) 643-665 643
JOSÉ LUIS ILLANES
como dotado de particular relieve: el de Henri de Lubac, como lo
testifica el hecho de que a él acudiera Karol Wojtyla, a principios
de los años sesenta, solicitándole que prologara la traducción francesa de una de sus obras más importantes, Amor y responsabilidad.
A decir verdad, de Henri de Lubac, Karol Wojtyla parece haber recibido no tanto tesis o afirmaciones aisladas, cuanto más bien una
comprensión de la teología como saber de totalidad 2 y, en consecuencia, la convicción de que una reflexión acabada sobre el hombre puede llevarse a cabo sólo desde la fe; más concretamente, desde una fe que, al hacerse teología, asume en su interior el pensar
y el vivenciar humanos, hasta estar en condiciones no sólo de expresar ese misterio o don de Dios accesible únicamente en la fe, sino también de explicar a su luz la totalidad de las dimensiones de
nuestro existir, que en ese don,> y sólo en ese don, encuentran explicación acabada. La fenomenología se entrecruza así, en Karol
W ojtyla, no sólo con la metafísica, sino también con la teología,
para dar origen a una fenomenología del existir cristiano concebida
como momento preparatorio y concomitante del teologizar.
Un claro ejemplo de ese planteamiento -o, al menos, de un
núcleo de preocupaciones afines con él- lo encontramos en un
b~eve ensayo publicado por Karol Wojtyla en 1951, con el tÍtulo
El misterio y el hombre 3, donde aspira a esbozar «las perspectivas
que le desvela al hombre el misterio de la Encarnación, en la que
se . confiesa esta verdad increíble: un Dios que experimenta la vida
humana, un hombre que era Dios». «El hombre -escribe- se presenta ante la mirada del observador como un microcosmos», como
un ser en el que se dan cita la totalidad de las dimensiones que cabe percibir, dispersa, en el resto de la creación: la físico-material y
la vegetal, la orgánica y la psíquica. Todos esos estratos se dan en
el hombre, pero el hombre no se agota en ellos: hay un estrato su2. Para una tipificaci6n y ordenaci6n de la concepci6n del trabajo teol6gico
según Henri de Lubac, nos permitimos remitir a nuestro ensayo La teología como
saber de totalidad. En torno al proyecto teológico de Henri de Lubac, en «Revista
Española de Teologia» 48 (1988), pp. 149-192.
3. Apareci6 en «Tygodnik Powszechny», vol. 7, n. 51152 (23/30-XII-1951),
pp. 1-2; ha sido recogido en versi6n francesa, en K. WOJTYLA, En esprit et en verité, Paris 1980, pp. 21-28. La traducci6n castellana de los párrafos que citaremos
a continuaci6n está hecha a partir del texto francés.
nas bajo el impulso de la Encarnación, ya
a través del prisma de la unión hipostática en el misterio de la Encarnación» 4.
«Sobre es.e telón de fondo -añade poco después-, la tensión
significativa entre antropocentrismo y teocentrismo adquiere un