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Explicación:
de Manasés (687-642 a. C.), que fue justamente antes del tiempo del ministerio de Jeremías, Judá fue vasallo de Asiria. Esta situación acarreó el resurgimiento de la idolatría, en este caso una mezcla de creencia en las divinidades astrológicas de la Mesopotamia y en las deidades cananeas de la fertilidad. Como se ha explicado anteriormente, se efectuó una gran reforma, dirigida por Josías, cuando se descubrió el libro de la ley en el templo y su contenido fue dado a conocer al pueblo. Aparte de este breve período de reforma, durante la época de Jeremías, Judá se tornó insensible a las cosas espirituales.
El Señor mostró a Jeremías una visión del futuro que ponía las calamidades que allí aparecían en una perspectiva de esperanza. Como otros profetas de su época (Isaías, Ezequiel, Oseas, Amós, Miqueas y Zacarías), Jeremías vio que el Israel esparcido un día sería congregado, que Judá retornaría a las tierras de su posesión y que finalmente todo Israel llegaría a ser grande. Estas visiones y profecías fueron escritas por Jeremías, y durante siglos han proporcionado esperanza a una nación de gente sufrida. Ellas tienen un lugar muy importante en la obra de la restauración de nuestra época.