La ciencia está un paso más cerca de desentrañar el misterio del desarrollo sexual humano, gracias a los resultados de una investigación que muestra cómo crear ratones macho sin el cromosoma Y, a través de la activación de un antiguo gen del cerebro. Por lo general, los machos tienen un cromosoma Y así como un cromosoma X, mientras que las hembras tienen dos cromosomas X. Un solo gen en el cromosoma Y, llamado SRY, activa el desarrollo de los testículos en el embrión, y cuando estos comienzan a formarse, el resto del embrión se convierte también en masculino. Sin embargo, un equipo de investigadores de la Universidad de Adelaida, Australia, y sus colegas de otras instituciones, han descubierto la forma de crear un ratón macho sin el cromosoma Y, recurriendo a la activación de un solo gen, llamado SOX3, en el feto en desarrollo. El SOX3 es conocido por su importancia para el desarrollo cerebral, pero no se había demostrado hasta ahora que es capaz también de poner en marcha el proceso que conduce hacia el sexo masculino. Asimismo, se ha demostrado por primera vez que algunos pacientes humanos con trastornos del desarrollo sexual presentan cambios en la versión humana del mismo gen. El cromosoma Y contiene el gen SRY, que funciona como un interruptor genético para activar, durante el desarrollo embrionario, el proceso de convertirse en macho. El interruptor genético SRY es exclusivo de los mamíferos y se cree que evolucionó a partir del gen SOX3 durante las fases iniciales de la evolución de éstos. En sus experimentos, Paul Thomas de la Facultad de Ciencias Biomédicas y Moleculares de la Universidad de Adelaida, y suscolegas, han obtenido ratones machos con dos cromosomas X, gracias a la activación artificial del gen SOX3 en las gónadas en desarrollo. Estos machos XX de ratón con cambio de sexo inducido artificialmente son totalmente masculinos en su apariencia física, en sus estructuras reproductivas y en su comportamiento, pero son estériles debido a su incapacidad para producir esperma.
Respuestas
Nada en biología tiene sentido si no es a la luz de la evolucion
en 1937, en el libro con el que sentaba las bases de la que sería la Teoría Sintética de la
Evolución, continuación del trabajo iniciado por Darwin. “El Origen de las Especies” impactó
a tal punto la sociedad europea de 1859, que inmediatamente repercutió en la política y la
religión, generando asambleas públicas para debatirlo, mucho más allá de las ciencias naturales, impregnando rápidamente nuevos campos de estudio como la sociología. Aquellos
primeros debates no han cesado hoy, y aunque menos encendidos y asumidos sus fundamentos generales, los mecanismos más precisos siguen ocupando importantes espacios
en foros de diversas disciplinas.
Pasados más de 150 años de la publicación de Darwin y a la luz de los conocimientos
actuales, aquella se ha visto confirmada y ha multiplicado la
fuerza de su sentido. De un modo similar al lugar central que tiene la teoría de la relatividad
para la física, el amplio cuerpo de conocimientos que hacen a la evolución, constituye para
las ciencias biológicas el eje fundamental de la totalidad de las investigaciones biotecnológicas, médicas, farmacológicas o ambientales.
Tal como sucede con la ciencia, para la educación también es fundamental, sin embargo, depende de las políticas pedagógicas que la evolución sea eje de la enseñanza y
punto de partida de las ciencias naturales:
es eje estructurante del modelo pedagógico y curricular de las ciencias naturales,