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Aver
El Viejo y mi padre se odiaban a pesar de ser parientes, pero tenía un proyecto para él, por ello fuimos en su búsqueda al Cuzco, por fin llegamos y nos hospedamos en su casa, a la llamada de mi padre aparecieron un indio y un mestizo, el primero llevaba nuestro equipaje, mientras el segundo nos guía con una lámpara escondida a lo que sería nuestro cuarto de hospedaje, nos llevó al tercer patio con olor a muladar, mi padre se enfadó porque el cuarto era una cocina, ¡estamos en el patio de las bestias! Exclamó. Conversó con el Viejo pero sus palabras terminaron por ofender a mi padre, por ello nos iríamos en la madrugada, mientras tanto presuroso observaba el muro, los palacios, templos y las plazas, ¡era el Cuzco! La ciudad natal de mi padre. Posteriormente el Viejo le pide perdón a mi padre por ello nos iríamos a la mañana siguiente, después de oír misa junto con el Viejo, antes de ello fuimos a la catedral, a la plaza, a los arcos, a los muros del palacio incaico, etc., y escuchamos un canto ¡era la María Angola!, la voz de la campana, llegaba a cinco leguas de distancia. Luego nos dirigimos a dormir, nos llevó el indio al tercer patio, hicimos nuestra cama en el suelo, sobre la tierra, para ello yo ya contaba con catorce años de edad.
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