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Respuesta:
A pesar de los altos costos económicos de la generación de energía eléctrica, los cuales se trasladan
directamente al consumidor final, el consumo de
esta no disminuye. El consumo de energía eléctrica desde 2000 hasta 2010 aumentó en promedio
4,34% anual en el sector industrial, 5,14% en el sector residencial y 3,7% en el sector comercial (Banco
Central de Nicaragua, 2011). Entonces, debemos
analizar las razones por las cuales aumenta el consumo de energía, a pesar de que su precio es cada
vez mayor.
Una de las causas de la mayor demanda de energía
eléctrica es el paradigma del alto consumo energético como signo de alto nivel de vida y de desarrollo
sostenido. Este paradigma se debe asociar al hecho
de que al sector energético y petrolero internacional le interesa no solo el consumo de sus derivados
sino crear dependencia económica y tecnológica,
para asegurarse un mercado cautivo. Cabe aquí
contrastar dicho paradigma con el concepto de
sostenibilidad en el uso de los recursos naturales,
que supuestamente posee un origen apolítico pero
que al final se ve afectado por los conflictos de
poder y de control entre los grupos o sectores
sociales por los recursos energéticos; así que no se
pueden separar los mecanismos de depredación de
la naturaleza de los mecanismos de la explotación
económico-social debido a intereses particulares de
ciertos grupos de la sociedad (Barkin, 1998). Por lo
tanto, es necesario cambiar la cultura actual de consumo energético por una de ahorro y uso racional
del recurso.
No obstante, primero se debe analizar si es posible
que los individuos cambien sus valores. ReyesSánchez (2012) se refiere a los valores como
principios que deseamos que todas las personas
desarrollen para beneficio de la humanidad y que
no son innatos, se construyen y sí pueden ser
modificados. Caduto (1985) señala que los valores
como principios, pautas de comportamiento y decisión de actuar, son atributos de carácter individual
pero son compartidos por el colectivo mediante
la interacción social. En este mismo sentido, Elzo
(2004) describe que nuestra sociedad actual está
basada en un paradigma de individualismo, donde
las soluciones a los problemas sociales deben ser
aporte del trabajo de los demás; por lo tanto se
deben fomentar valores como la racionalidad, la
tolerancia y la solidaridad. Nuévalos (2005) afirma
que los valores, sobre todo ambientales, facilitan a
los individuos despojarse de intereses particulares
y que la conciencia humana social debe sustentar la
búsqueda de soluciones que consideren los intereses de todos los habitantes del planeta, sin olvidar a
las futuras generaciones. Doffo (2004), por su parte,
expresa que los valores ambientales forman a las
personas, fomentando actitudes y comportamientos que promueven la alineación como sujetos de
interacción en la sociedad y en el medio ambiente.
En consecuencia, a través de la formación de valores
ambientales adecuados se podrá lograr una participación colectiva en la responsabilidad de la prevención y solución del desperdicio de energía.
De modo que para la formación de valores
se puede recurrir a la educación ambiental. Por
ejemplo, Foladori y González (2001) señalan que la
educación ambiental permite transmitir al educando
un conocimiento que le ayudará a mejorar su relación
Tecnología en Marcha,
88 Vol. 26, N° 3, Julio-Setiembre 2013
con el medio físico natural y sociocultural. De igual
manera, López y Rodríguez (2002) sostienen que
la educación ambiental contribuye a la cultura de
sostenibilidad a partir de un compromiso social de
parte de todos los integrantes de la comunidad, que
deben actuar responsablemente en el consumo, la
utilización de energía y la generación de desechos. Por
lo tanto, se puede inferir que la educación ambiental
proporciona la base conceptual de la formación
de valores necesarios para facilitar el desarrollo
de las aptitudes y habilidades indispensables para
la conservación del medio ambiente de manera
sostenible y utilizando menos energía eléctrica.