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El problemático mundo interno de un héroe y de un dios permite tejer un mundo externo que configura la casi totalidad de la Ilíada y la Odisea.
La preeminencia de la exterioridad no significa la anulación del mundo interno. La cólera de Poseidón, esa insinuación, constituye no más que el principio y motivo de la Odisea: a lo largo de la obra asistimos, si queremos, al viaje interno que es posible observar en Odiseo y en Telémaco, permeado a su vez por mundos externos (Ogigia, país de los Feacios, Itaca, Pilos, Lacedemonia) que señalan una importancia suma del hogar, centro de la intimidad.
Pero esa dicotomía, afortunadamente, se confunde en algunos pasajes exaltando el carácter complejo del poema, configurando un Mundo (interno y externo) que en la Ilíada podía percibirse con claridad y que, de una u otra forma, se repetía (aunque esto corresponde también a la cualidad estática que representaba el desarrollo de las acciones en un solo lugar: Troya).
Hacia el canto VI Atenea visita a Nausícaa tomando la figura de la hija de Diamantes y le habla mientras duerme. Al día siguiente Nausícaa despierta y refiere el sueño (las palabras de Atenea). ¿Es interno o externo el acto de soñar? ¿Aquellas palabras proferidas por la diosa en qué mundo deben inscribirse y entenderse? ¿Cómo podemos leer el evento? Y luego, ¿A qué corresponde el hecho de que se haga énfasis en el sueño en varios episodios? (como acto, no como presencia divina).
De manera directa penetramos en Odiseo al ser expuestos sus pensamientos. En él se hace evidente el desasosiego (bajo la fórmula ¡Ay de mí!) y la duda e incertidumbre materializadas a través de la pregunta (¿Qué será de mí? ¿Cómo serán ellos? En suma (Canto V), ¿Qué es lo que al fin me va a suceder?).
Conocemos su sino a través del diálogo mismo. Sabemos de su pudor en el Canto VI cuando hablando con Nausícaa afirma: "…haríaseme vergüenza ponerme desnudo entre jóvenes de hermosas trenzas".
Una intimidad es revelada a través del gesto ("… estaba llorando en la ribera, donde tantas veces, consumiendo su ánimo con lágrimas, suspiros y dolores, fijaba los ojos en el Ponto estéril y derramaba copioso llanto". Canto VI).
En fin, la caracterización de Odiseo, ya sea por el rapsoda, ya por los demás personajes, pone de manifiesto la presencia de un mundo interior. El adjetivo implica no sólo la precedencia de actos que lo justifican sino de un universo que sustenta esos actos. Cuando Penélope afirma hacia el Canto IV que Odiseo posee el "ánimo de un león" y que es un "varón ilustre y famoso" está diciendo algo más que eso; o mejor, está diciendo eso y algo más.
Lo anterior, si bien puede resultar obvio (con seguridad lo es), significa que el texto está construido por mundos internos. El mundo externo, la acción, es el antifaz (y curioso es que Odiseo guste tanto de vestidos que lo oculten) de un mundo interno sugerido.
Podemos incluso intentar ir más lejos.
La casa en que habitan los seres (sean estos dioses, hombres o simplemente monstruos) no sólo admite y configura la existencia de un mundo externo cognoscible sino también la de uno interno que, insinuado, se nos antoja más interesante.
"Atenea fuese al Olimpo donde dicen que está la mansión perenne y segura de las deidades; a la cual ni la agitan los vientos, ni la lluvia la moja, ni la nieve la cubre – pues el tiempo es allí constantemente sereno y sin nubes-, y en cambio la envuelve esplendorosa claridad: en ella disfrutan perdurable dicha los bienaventurados dioses". (Canto VI).
La preeminencia de la exterioridad no significa la anulación del mundo interno. La cólera de Poseidón, esa insinuación, constituye no más que el principio y motivo de la Odisea: a lo largo de la obra asistimos, si queremos, al viaje interno que es posible observar en Odiseo y en Telémaco, permeado a su vez por mundos externos (Ogigia, país de los Feacios, Itaca, Pilos, Lacedemonia) que señalan una importancia suma del hogar, centro de la intimidad.
Pero esa dicotomía, afortunadamente, se confunde en algunos pasajes exaltando el carácter complejo del poema, configurando un Mundo (interno y externo) que en la Ilíada podía percibirse con claridad y que, de una u otra forma, se repetía (aunque esto corresponde también a la cualidad estática que representaba el desarrollo de las acciones en un solo lugar: Troya).
Hacia el canto VI Atenea visita a Nausícaa tomando la figura de la hija de Diamantes y le habla mientras duerme. Al día siguiente Nausícaa despierta y refiere el sueño (las palabras de Atenea). ¿Es interno o externo el acto de soñar? ¿Aquellas palabras proferidas por la diosa en qué mundo deben inscribirse y entenderse? ¿Cómo podemos leer el evento? Y luego, ¿A qué corresponde el hecho de que se haga énfasis en el sueño en varios episodios? (como acto, no como presencia divina).
De manera directa penetramos en Odiseo al ser expuestos sus pensamientos. En él se hace evidente el desasosiego (bajo la fórmula ¡Ay de mí!) y la duda e incertidumbre materializadas a través de la pregunta (¿Qué será de mí? ¿Cómo serán ellos? En suma (Canto V), ¿Qué es lo que al fin me va a suceder?).
Conocemos su sino a través del diálogo mismo. Sabemos de su pudor en el Canto VI cuando hablando con Nausícaa afirma: "…haríaseme vergüenza ponerme desnudo entre jóvenes de hermosas trenzas".
Una intimidad es revelada a través del gesto ("… estaba llorando en la ribera, donde tantas veces, consumiendo su ánimo con lágrimas, suspiros y dolores, fijaba los ojos en el Ponto estéril y derramaba copioso llanto". Canto VI).
En fin, la caracterización de Odiseo, ya sea por el rapsoda, ya por los demás personajes, pone de manifiesto la presencia de un mundo interior. El adjetivo implica no sólo la precedencia de actos que lo justifican sino de un universo que sustenta esos actos. Cuando Penélope afirma hacia el Canto IV que Odiseo posee el "ánimo de un león" y que es un "varón ilustre y famoso" está diciendo algo más que eso; o mejor, está diciendo eso y algo más.
Lo anterior, si bien puede resultar obvio (con seguridad lo es), significa que el texto está construido por mundos internos. El mundo externo, la acción, es el antifaz (y curioso es que Odiseo guste tanto de vestidos que lo oculten) de un mundo interno sugerido.
Podemos incluso intentar ir más lejos.
La casa en que habitan los seres (sean estos dioses, hombres o simplemente monstruos) no sólo admite y configura la existencia de un mundo externo cognoscible sino también la de uno interno que, insinuado, se nos antoja más interesante.
"Atenea fuese al Olimpo donde dicen que está la mansión perenne y segura de las deidades; a la cual ni la agitan los vientos, ni la lluvia la moja, ni la nieve la cubre – pues el tiempo es allí constantemente sereno y sin nubes-, y en cambio la envuelve esplendorosa claridad: en ella disfrutan perdurable dicha los bienaventurados dioses". (Canto VI).
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