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Segundo hijo de Juan Bautista Baquíjano, caballero de la orden de Santiago y primer conde de Vistaflorida, y de María Ignacia Carrillo de Córdoba y Garcés de Mansilla. Cursó estudios de latinidad en el seminario conciliar de Santo Toribio de Lima, donde obtuvo el grado de bachiller en Cánones en 1762. Ingresó en la Universidad de San Marcos y obtuvo el título de doctor en Leyes y Cánones en 1765. Se recibió como abogado de la Real Audiencia de Lima en 1769. En 1772 se instaló en Cuzco en calidad de secretario del obispo de Cuzco, Agustín de Gorrichátegui. Al año siguiente regresó a Lima y se desempeñó temporalmente como asesor del Tribunal del Consulado y del cabildo. En 1773 partió a España en compañía del obispo Gorrichátegui con la intención de obtener un puesto en la administración acorde con su formación profesional y sus antecedentes nobiliarios. Sin embargo, se dedicó a frecuentar las casas de juegos madrileñas. Al advertir esa conducta desordenada por real orden de 21 de abril de 1776 el ministro José de Gálvez dispuso su marcha a Cádiz y su embarque inmediato al Perú. En 1778 accedió a la cátedra de Instituta en la Universidad de San Marcos. El 20 de julio de 1780 se le dio posesión de la cátedra de vísperas de leyes del referido centro de enseñanza limeño. Al mismo tiempo, accedió al puesto de fiscal interino del crimen en la Real Audiencia. En su condición de flamante protector general de los indios hizo la defensa del cacique Bernardo Tambohuacso el 22 de agosto de 1780 acusado de participar en la conspiración de Lorenzo Farfán de los Godos en el Cuzco. También presentó el 15 de mayo de 1781 un alegato en favor del cacique de Chancay Pedro Cimbrón al que se acusaba de rebelarse contra el pago del tributo indígena.
El 27 de agosto de 1781 pronunció el discurso de recepción al virrey Agustín de Jáuregui y Aldecoa (1780-1784) titulado Elogio al virrey Jáuregui en el que además de citar libros prohibidos hizo una crítica de la política represiva impuesta por el visitador José de Areche tras exterminar la rebelión de Tupac Amaru II en 1780. Al mismo tiempo que el Elogio se imprimía en Lima con el permiso de las autoridades, Juan Baltazar Maciel remitió al ministro de Indias José de Gálvez unas extensas reflexiones críticas a dicho panegírico tituladas Reflexiones sobre la famosa arenga que se hizo en Lima por un individuo de la Universidad de San Marcos. En ese documento advertía que la circulación del Elogio “sublevaría el fanatismo de la emulación” al calificarse la conducta del ministro “de odio y desafecto a la nación americana”. Asimismo, en carta del 22 de noviembre de 1781 el visitador Areche alertó a Gálvez sobre la intencionalidad crítica y política de dicha obra. Tras recabar todas estas opiniones en la Secretaría de Indias se calificó al Elogio como uno de los papeles más perniciosos y subversivos que circulaban por el Perú. Por real orden del 1 de agosto de 1783, el rey dispuso que se confiscaran los ejemplares de dicho panegírico y de inmediato fueran enviados por vía reservada a España. El visitador general Jorge de Escobedo recogió trescientos doce de los seiscientos ejemplares impresos y los remitió en la fragata San Fulgencio. El expediente abierto en España sobre el Elogio concluyó en Madrid en agosto de 1785 con la condena definitiva de la obra. Se ordenó a su autor entregar a la Inquisición todos los libros de autores prohibidos que citaba y que custodiaba en su biblioteca. En julio de 1786 Baquíjano remitió al virrey Teodoro de Croix (1784- 1790) un memorial en el que le manifestó su arrepentimiento por haber utilizado autores prohibidos y le hizo presente que nunca fue su intención criticar la acción de los ministros encargados de los asuntos