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Respuesta:
no entiendo lo que me quieres decir y de que se trata me podrias explicar por fisss
Explicación:
Respuesta:
María Santísima reza por nosotros como ella oró por sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lucas 1,38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Haced lo que Él os diga" (Cf Juan 2, 5). "Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".
Explicación:
¡Oh, Gran María, Virgen inmaculada, justicia de los sinceros, hija bondadosa y humilde del padre todopoderoso, madre gloriosa del hijo, esposa adorada del espíritu santo! Te adoro y pongo a tu merced todo de mi para que sea bendecido por ti. María, mujer amable e indulgente, voy ante ti y exijo tu presencia en estos momentos de agriedad para suplicar por tus favores. Madre gloriosa, madre bendita e inigualable, gran pañuelo de lágrimas de aquellos que lloran, justiciera divina de los que pecan, asistencia del sempiterno Dios consecutivamente, apiádate de todos los que con sinceridad amo y he amado.
Por qué rezar el Ave María
El Avemaría es seguramente una de las primeras oraciones que aprendimos cuando éramos niños. Es una oración sencilla, un diálogo muy sincero nacido del corazón, un saludo cariñoso a nuestra Madre del Cielo.
Recoge las mismas palabras del saludo del ángel en la Anunciación (Lucas 1, 28) y del saludo de Isabel (Lucas 1, 42), y después añade nuestra petición de intercesión confiada a su corazón amantísimo. En el sigo XVI se añadió la frase final: “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Todo ello forma una riquísima oración llena de significado.
1. En la primera parte de la oración se recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor. Es una alabanza en la que usamos las mismas palabras del embajador de Dios. Es Dios mismo quien, por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava y a alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella.
"Llena eres de gracia, el Señor es contigo":
Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella
La verdadera devoción a María
Podemos decir que el Avemaría y el Rosario son las dos grandes expresiones de la devoción cristiana a la Santísima Virgen. Pero la devoción no se queda sólo ahí. La verdadera devoción nos lleva, sobre todo, a entablar una profunda relación de amistad con María Santísima.
El amor hacia María enriquece nuestra fe, la hace más profundamente humana, nos acerca a Dios por un camino de dulzura.
Es un amor filial que, como el niño, sabe confiar en su Madre y complacerla con lo que a Ella le gusta. Cuántos frutos apostólicos de conversión ha dado a la Iglesia esta auténtica piedad mariana, desde el primer Pentecostés en que María rezaba junto a los apóstoles (Cf Hechos de los Apóstoles 1,14) hasta San Maximiliano Kolbe o las últimas apariciones marianas que tanto impulsaron la fe en todo el mundo (Lourdes, Fátima, etc.). La auténtica devoción busca imitar las virtudes que vivió la Santísima Virgen siguiendo así su ejemplo de vida. En esta imitación de María hay que tener presentes todos aquellos aspectos que la discreción del Evangelio nos ofrece de Ella, y que Pablo VI ha recogido, de forma admirable, en el número 57 de la exhortación apostólica “Marialis cultus”:
Autor: San Lucas
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lucas 1, 28-45).
Autor: San Lucas
Y entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”. El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios”. Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel dejándola se fue.