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Existen hormigas gigantes de más de tres centímetros de largo y hormigas pigmeas poco superiores al milímetro. En todo caso, cualquiera que sea su tamaño, el cuidado que dedican a su prole resulta conmovedor. El amor paterno y dedicación al trabajo son acaso los únicos motivos sentimentales que unen con simpatía al hombre con las hormigas, y que explican que les haya dedicado las patéticas páginas que todos conocen y que hablan de solicitud, de atenciones, de altruismo y de heroísmo.
Las larvas, en verdad, privadas como están de patas, no pueden moverse en busca de alimento, y es preciso que las nutridoras provean a su sustento, formado por un líquido regurgitado por ella mismas.
También el segundo período, el de ninfa, no le concede muchas ventajas al individuo. Es también el período en que sufre una caza encarnizada por parte del hombre, como saben todos aquellos que, teniendo que alimentar un pajarito enjaulado, salen en busca de «huevos de hormiga». El término (muy impropio por lo que respecta a su sustancia, pero expresivo por lo que toca a la forma) indica en efecto las ninfas encerradas en su envoltura blanca.
De esos «huevos» salen, en el momento oportuno, los insectos perfectos: machos y hembras provistos de alas, u obreras carentes de ellas. Estas a su vez se diferencian en simples obreras y soldados, y su futuro está señalado, trabajarán y basta. Las hembras aladas, después del vuelo nupcial con los machos, pondrán sus huevos, cada una en un lugar de la tierra fijado por el viento y el destino. Y esta puesta de huevos, precedida de la caída de las alas, será el comienzo de un nuevo hormiguero.
A propósito del hormiguero nunca terminaríamos de decir cosas interesantes, porque en asuntos de arquitectura natural las hormigas tienen pocos rivales. Quizás la estética no sea siempre su primera preocupación, pero la funcionalidad de su nido es insuperable.
El almacén de víveres (sólo presente en algunos hormigueros, porque contrariamente a lo que se cree, no todas las hormigas son previsoras y almacenadoras de granos de trigo) lo mismo que las estancias para las larvas y las ninfas, están dispuestos según normas de rigurosa lógica. Han de garantizar de hecho no sólo la conservación de la comida sino también la estancia de los que han de nacer, en la temperatura justa y con el grado de humedad exacto.