6. ¿Por qué? los sectores criollos no aceptan a la población andina?

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Respuesta dada por: sofiadanaecontrerasr
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En el marco de la realidad virreinal peruana, durante la primera mitad del siglo XVIII, los sectores de la élite indígena se agenciaron una serie de estrategias para tratar de ocupar un rol preponderante en el sistema colonial. Por un lado, están las demandas y tramitaciones formales que, a través de criollos y mestizos, el grupo de élite intentaba hacer llegar a la Corona para reclamar un mayor reconocimiento en diversos ámbitos, como, por ejemplo, en el religioso (1). Por otro lado, se desarrolló toda una producción cultural -principalmente iconográfica, pero también literaria- en la que estas demandas y sus argumentos se materializaban en apropiaciones ideológicamente codificadas del pasado de las élites indígenas y de sus vínculos estrechos con los estamentos más representativos de las instituciones peninsulares de poder (2). Estas versiones o reescrituras del pasado –en algunos casos ficcionales- reafirmaban el orden imperial como marco válido para toda negociación, pero simultáneamente exponían los intereses de la nobleza andina.

Así como en el caso de las demandas formales que se guardaban en el archivo burocrático imperial, algunas importantes muestras de la producción cultural en torno a estos intereses también recurrían a la mediación de los sectores mestizos, criollos e incluso peninsulares, los cuales no permanecían meramente neutrales en su papel de intermediarios sino que también introdujeron sutilmente sus propias perspectivas y agendas de negociación. Lejos de borrar su participación en la factura de estos objetos culturales o, como veremos, en los mismos intentos de supresión, la “marca” de las “voces” criollas se hace visible en estos textos como verdaderos “pasajes textuales imborrables” (3) de negociación. Este entramado de múltiples intereses convergentes, pero también en tensión, hace que nosotros –lectores contemporáneos- podamos reconocer en estos textos dramáticos y pictóricos una suerte de archivo en el que se registran los puntos de encuentro, pero también de fuga, de las ambiciones de diferentes grupos del orden colonial.

Pero no todas las ambiciones indígenas cursaron por los marcos institucionales reconocidos por el Imperio –los trámites burocráticos y la producción simbólica/ cultural, sino que durante estos años también se gestaron rebeliones indígenas que intentaban cancelar parcial o totalmente el orden establecido y que fueron peleadas en diferentes frentes: “uno que contrapuso a las etnias locales con los demás actores del mundo colonial[;] y otro que las enfrentó consigo mismas, desatando conflictos, entre las formas de jerarquización internas, surgidas en los diversos universos de los poderes político-religiosos precolombinos y drásticamente desquiciadas en el escenario colonial, y, por otro lado, unos esbozos de formas nuevas de jerarquización y acción social engendradas en el mundo colonial” (Faverón 225).

Tales conflictos evidencian que las élites indígenas no eran un grupo homogéneo y que sus proyectos para alcanzar mayores cotas de poder presentaban diferentes matices que iban desde los intentos para hacer progresar sus reclamos y solicitudes por las vías institucionales reconocidas cultural y burocráticamente, pasando por una cancelación del poder español que conservara estructuras de poder establecidas con la colonia – como la Iglesia y el vínculo con otras voces criollas disidentes, hasta proponer incluso una abierta cancelación del orden colonial, acompañada por un intento utópico y de ribetes arcaizantes de volver a estructuras de poder previas a toda colonización, aunque hay quienes creen que éstas sobrevivieron parcialmente en la memoria de la élite nativa (4). Estos diferentes tipos de posiciones no pueden servir para encasillar de manera determinante a los actores políticos de la élite nativa, sino que operan más bien como “posiciones-sujeto” (5) que pueden haber sido asumidas por diversos actores en diferentes momentos y según circunstancias cambiantes (6). De modo similar, la posición de los sectores mediadores y garantes de las demandas burocráticas y las negociaciones culturales tampoco es fija, sino que su función de intermediarios es fruto de alianzas contingentes que varían según escenarios y necesidades políticas específicas, las cuales podían variar en diferentes textos, e incluso en un mismo texto. En este contexto de heterogeneidad y contingencia, las múltiples voces resuenan con acentos y tonalidades particulares que traen consigo distintos idearios y formas de concebir la posición de los indios principales dentro de las estructuras del poder.

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