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Resumen
El proyecto colonial encarna una campaña de siglos de aniquilación, subordinación y exclusión de todo lo indígena, para lo que ha empleado todo un arsenal de herramientas. Enarbolando la bandera de la misión cristiana “civilizadora”, los europeos consideraban las leyes de las Primeras Naciones como inexistentes y durante más de 500 años, el mito colonial de la ausencia de leyes indígenas se apoyaba en nociones tales como el “indígena atrasado”. La ficción de atraso y salvajismo creada por los europeos sigue vigente en la actualidad, pero, aun así, las Primeras Naciones continúan sobreviviendo, viviendo, practicando y reivindicando un modo legítimo2 de pertenecer al mundo, un modo de ser diferente al europeo, pero no por ello menos válido, y quizás más crítico con relación al futuro de la vida sobre la Tierra.
Muchas demandas de reconocimiento que las Primeras Naciones han hecho al amparo del derecho internacional no han tenido éxito debido a que este ha sido creado por las naciones colonizadoras y para beneficio del colonialismo mismo. El propio derecho internacional surgió de la distinción entre Estados civilizados y no civilizados, distinción que ha hecho que solo se aplique a una civilizada familia de naciones. Anghie sostiene que el colonialismo no ha sido un ejemplo de la puesta en práctica de soberanía, sino que esa soberanía se ha construido por medio del colonialismo. Dado que el colonialismo ha moldeado el derecho internacional, cabe preguntarse si es posible reformar este último para liberarlo de sus orígenes coloniales, lo que resulta aún más complejo por el hecho de que muchas Primeras Naciones están confinadas en paradigmas domésticos, integradas en unos Estados coloniales cuyas políticas tienen como objetivo su total aniquilación. Este artículo explorará las posibilidades de libertad más allá de los paradigmas domésticos y de la asimilación de las Primeras Naciones dentro la llamada civilización universal europea.
Espero te sirva.