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El estallido de la Primera Guerra Mundial marcó el final de una etapa de la economía internacional caracterizada por un fuerte incremento del comercio de bienes y servicios, y por el flujo de capitales y corrientes migratorias de Europa al otro lado del Atlántico. Si bien pocos lo percibieron en ese momento, la Gran Guerra resquebrajó el sistema al poner fin a la hegemonía británica y fortalecer las tendencias proteccionistas que desde finales del siglo XIX se venían acentuando en Europa, los Estados Unidos y Japón.
El patrón oro, base del sistema de comercio multilateral, fue abandonado por las principales naciones y solo se reimplantó en la década siguiente bajo formas algo diferentes. El orden económico que emergió al final del conflicto resultó mucho más inestable y fortaleció las tensiones que luego engendrarían la Gran Depresión.
Para la Argentina, esos cambios fueron problemáticos. En las décadas anteriores su economía se había beneficiado por la gran expansión del comercio y las finanzas mundiales. La fertilidad de la pampa y el ingreso masivo de capitales extranjeros y de inmigrantes europeos habían alentado una rápida modernización y permitido al país integrarse al mercado mundial como uno de los principales exportadores de carnes y cereales.
A partir de 1870, en efecto, esta región marginal del continente americano logró organizarse políticamente, consolidar el Estado nacional y transformar su estructura económica. Entre ese momento y 1914, la Argentina.