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Hijo del escritor Rafael Sánchez Mazas, uno de los principales ideólogos del falangismo, y de la italiana Liliana Ferlosio, Sánchez Ferlosio nació en Roma, donde su padre era corresponsal del diario ABC. Es hermano del filósofo y matemático Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio y del poeta y cantante Chicho Sánchez Ferlosio. Estudió en el colegio jesuita San José de Villafranca de los Barros y posteriormente cursó filología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid, en la que obtuvo el doctorado. En 1950 se hizo novio de la escritora Carmen Martín Gaite, a quien había conocido en la universidad. Se casaron en octubre de 1953 y terminaron separándose amistosamente en 1970. Juntos tuvieron una hija, Marta, que falleció en 1985 a la edad de 29 años. Posteriormente Rafael contrajo matrimonio con Demetria Chamorro Corbacho.
En el ámbito literario, Ferlosio fue miembro del Círculo Lingüístico de Madrid, junto con Agustín García Calvo, Isabel Llácer, Carlos Piera y Víctor Sánchez de Zavala. Por otro lado, junto a autores como Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, la propia Martín Gaite y Alfonso Sastre, fue fundador y colaborador de la Revista Española. Todos ellos compartieron una poética realista que presentaba notables influencias del neorrealismo italiano.
Sánchez Ferlosio contribuyó a esa corriente con una de las obras más significativas de la literatura española de la posguerra: El Jarama (1955), aunque su primera novela fue Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), narración de sesgo fantástico sobre un niño que deja de ir a la escuela después de escribir en un alfabeto ininteligible y que va componiendo su propia realidad a través de extrañas andanzas que lo alejan de la órbita de la norma y el castigo.
Alfanhuí y El Jarama[editar]Alfanhuí sorprendió por la pulcritud de su estilo y por el interés del argumento, pero también porque no parecía fácil decidir si era un último ejemplo sublimado de la novela picaresca española, o el primer relato español dentro del realismo mágico. Sin embargo, fue la novela El Jarama la que supuso la consagración de Sánchez Ferlosio; con ella obtuvo el Premio Nadal en 1955 y el de la Crítica en 1956. El Jarama narra dieciséis horas en la vida de once amigos, un domingo de verano, de excursión en las riberas del río Jarama, en tres frentes: en la orilla del río, en la taberna de Mauricio, donde los habituales parroquianos beben, discuten y juegan a las cartas, y en el río y en la arboleda de la orilla, donde los amigos reposan, conversan, etc.
Al acabar el día, un acontecimiento inesperado, el descubrimiento de que una de las jóvenes del grupo se ahogó en el río, da a la descripción de la jornada una extraña poesía triste por la pérdida de la amiga, que hubiera podido tal vez ser salvada, si la amistad tuviese algún poder para evitar lo ya ocurrido. Esto da a la novela un giro imprevisto por el tono de una narración trivial, donde nada importante parece suceder ni parece probable que suceda, y no es inverosímil que una joven se ahogue en un río, ni tiene nada de extraordinario. Enmarcada entre dos pasajes de una descripción geográfica del curso del río Jarama, esta novela es de un realismo absoluto, casi conductista, ya que el narrador no se permite ninguna expansión sentimental o interpretativa ni sondeo alguno en la psicología de los personajes. El lenguaje coloquial de los diálogos está presidido por el máximo rigor; sin embargo, se ha llegado a interpretar El Jarama como un relato simbólico o simbolista, pero, en cualquier caso, su estilo es notoriamente diferente al de Alfanhuí, su obra precedente. El narrador sorprende al lector -tanto en Alfanhuí como en El Jarama- porque no le da nunca o casi nunca un mínimo de datos para poder predecir lo que va a suceder. Las grandes diferencias entre Alfanhuí y El Jarama han sido, en general, interpretadas por la crítica posterior más bien como un ejemplo de que Rafael Sánchez Ferlosio es un escritor polifacético y complejo, realista en algunos casos, fantástico en otros, ensayista a menudo, poeta a veces y, con cierta frecuencia, sorprendente o desconcertante.