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Respuesta nwn
Explicación:
en que vivimos está, desde todos los puntos de vista, afectado y condicionado de una manera fundamental por la tecnología que nos rodea, y así ha sido desde los orígenes: el desarrollo de la tecnología que permitió dominar el fuego modificó el contexto en que vivían los hombres de su tiempo y afectó poderosamente a su civilización.
El hecho de ser capaces de gestionar algo que hasta ese momento se consideraba simplemente un fenómeno natural, que surgía espontáneamente y sin control alguno – supuestamente por algún tipo de «intervención divina» utilizada para explicar lo inexplicable – posibilitó infinidad de usos importantísimos y beneficiosos, como la capacidad de calentarse o de cocinar los alimentos, que afectaron de manera radical y enormemente positiva a las condiciones de vida. Pero obviamente, surgieron rápidamente quienes vieron la posibilidad de utilizar la tecnología como un instrumento para el mal, para aprovecharse de ella, para obtener beneficios personales o para imponerse a otros. A lo largo de la Historia, ambos usos convivieron, aunque algunos fueron, progresivamente, objeto de control: en las sociedades modernas, utilizar el fuego para determinados usos no está permitido, y la ley castiga esos usos entendiendo que aquellos que recurren a ellos no pueden vivir libremente en sociedad. Los incendiarios, los que usan el fuego como arma o los que destruyen propiedades con él son detenidos y pagan sus penas recluidos en la cárcel o, si su trastorno es mental, en las instituciones adecuadas.
Para llegar a ese consenso social, han tenido que pasar muchos años desde que la tecnología fue desarrollada. Largos años en los que la sociedad fue interiorizando el uso de esa tecnología, alcanzando a comprender sus posibilidades, en los que esa tecnología fue probándose valiosa para dar origen a nuevos usos, a nuevos negocios, y también, por supuesto, acabando con algunos otros. De ser algo restringido prácticamente al control del brujo de la tribu, el fuego se simplificó hasta el punto de obtenerse simplemente deslizando un dedo sobre la ruedecilla de un mechero, y a lo largo de ese continuo, también fue normativizándose cada vez más, poniéndose bajo control a medida que la sociedad consensuaba sus usos y los ponía bajo el prisma de la convivencia.
Ese mismo camino, de una manera o de otra, es recorrido por todas las tecnologías. Con mayor o menor velocidad, en función de la importancia de la tecnología, de lo radical de sus efectos, del grado de consenso que genere su aceptación. La tecnología que en su momento se inventó para que los participantes en un entorno determinado compartiesen su comunicación y sus relaciones, aquellas redes sociales que se iniciaron con apariencia superficial en campuses universitarios o que se dedicaban simplemente a compartir información personal, hoy son enormes plataformas que acomodan toda la comunicación humana, en donde miles de millones de personas se relacionan y informan, y todo ello cuando hace tan solo unos pocos años las veían como algo completamente prescindible, cuyo uso debía prohibirse en entornos profesionales, o como un entorno sencillamente frívolo. La tecnología ha avanzado hasta extremos increíbles, pero la interiorización de su uso y sus posibilidades a nivel de consenso social aún dista mucho de haber alcanzado la madurez. De hecho, hoy conviven en la misma sociedad personas que ni se acercan a una red social y la consideran algo completamente prescindible, con otras que las ven casi como la razón de muchos de sus comportamientos, junto con un amplio continuo que ven a unos o a otros como trogloditas o como completa e irremisiblemente alienados.
Las redes sociales poseen muchos aspectos positivos. Su capacidad de democratizar las herramientas de publicación ha cambiado la sociedad en la que vivimos en un tiempo récord, ha permitido que determinados países acabasen con regímenes tiránicos que tenían a los medios de comunicación bajo control – no entro en la evolución posterior de esos eventos – y ha posibilitado que los mapas mediáticos que conocimos durante décadas se hayan redefinido dramáticamente. Pero a medida que ese tipo de usos se han desarrollado, también han aparecido otros usos. A medida que las cabeceras convencionales dejaban de servir como garantía, algunos aprovecharon la difusión que las plataformas sociales podían ofrecerles para difundir noticias falsas, para fines que van desde lo económico hasta lo político, o combinaciones lineales de ambos