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Ya lo dijo Cervantes, las cosas valiosas “valen un Potosí”. Durante los siglos XVI y XVII Potosí fue una de las ciudades más importantes del mundo y aquí, como en cualquier lugar en su época, la riqueza tenía nombre propio: plata.
Hoy Potosí sigue viviendo a duras penas de su plata pero su historia y su ya extinta grandiosidad sigue atrayendo a viajeros de todo el mundo, otro pequeño motor para su tímida economía.
Potosí es su cerro, su Cerro Rico, donde un buen día de enero de 1545 un pastor quechua llamado Diego Huallpa se perdió con sus llamas y al hacer una hoguera para pasar la noche descubrió que algo brillaba en la tierra. Era plata. Y claro, la fiebre de la plata española no tardó en llegar y tomar posesión del cerro en abril de ese mismo año con Juan Villarroel a la cabeza.
Desde ese momento Potosí comenzó a crecer a un ritmo desenfrenado. “En 1573 Potosí tenía la misma población que Londres y más habitantes que Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia 1650, un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.00 habitantes. Era una de las ciudades más grandes y más ricas del mundo” dice Eduardo H. Galeano en Las venas abiertas de América Latina.