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Respuesta:
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, Río de Janeiro se consolida como
el centro político-administrativo de la América portuguesa, siendo numerosos los
intentos de moralizar o “civilizar” la ciudad por parte de los virreyes.
Quizás, la política más significativa en este sentido haya sido establecer distinciones espaciales que permitieran a los “hombres de bien” (y digamos también a las
“mujeres de bien”) de la ciudad desenvolver una vida pública más activa y segregada
del elemento esclavo. No es casual que los primeros testimonios sobre la aparición
de las mujeres blancas en las ventanas, los paseos, fiestas y otras posibles salidas a
la calle tengan una estrecha relación con estas políticas urbanas.
Esta distribución espacial creaba las condiciones de representación necesarias
para la nobleza en ciernes. Lugares que conformaban los posibles escenarios del
actuar y del “ser visto” de la sociedad de corte: paseos, ventanas, fiestas, bailes,
restaurantes, conciertos y funciones de teatro.
El vestuario y las prácticas de los señores y la nobleza citadina debían indicar
la distancia abrumadora con el resto de los mortales, especialmente en un contexto
esclavista como era el de la ciudad colonial. Por esa misma razón, llamaba tanto la
atención al “mirar” extranjero la costumbre de los hombres de bien cariocas de ir a
las fiestas, reuniones, o simplemente “a paseo” portados por esclavos lujosamente
ataviados, en palanquines pintados de oro o de laca y forrados de damasco.
Exhibir la grandeza, más que una moda es la puesta en escena de una personalidad pública que se tiene que exaltar. El noble se muestra y lo hace de forma
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Las nuevas moralidades...
esplendorosa porque es una figura pública. Su poder está en estrecha relación con
su representación.60
Durante buena parte del siglo estuvieron de moda el maquillaje y los lunares de
tafetán. Éstos no sólo servían como elementos decorativos, sino también para tapar
imperfecciones o enfermedades de la piel como el herpes. Las poco higiénicas y poco
prácticas pelucas, frente al calor abrasador del trópico, también eran frecuentemente utilizadas (ver imagen abajo):
Imagen 5
El boato y el lujo de las modas cariocas eran parte del juego de distinción basado en un código de etiqueta y comportamientos pautados en tanto rituales de
la representación pública estamental. La sociedad de corte en formación exigía un
determinado patrón de consumo en función del estatuto social que se encarnaba.
La primitiva courtoisie carioca supuso una reorganización del espacio urbano
en función de las necesidades de escenificación de los estamentos superiores y la
adopción de elaborados códigos de etiquetas, normas y valores que configuraban un
ethos y una estética cortesana.
2. La Corte en Río y el Imperio ilustrado: un estado en ciernes
El año 1808 marca el inicio de una época de mudanzas importantes que transformarán a Río de Janeiro en cuña de la modernidad del vasto territorio brasileño. La
llegada y el establecimiento a esta ciudad de la familia real portuguesa alteró considerablemente la vida de la colonia a partir de la reorganización de las capitanías,
el desarrollo de instituciones de gobierno como las que existían en la metrópoli y el
establecimiento de un puntual sistema de recaudación de “diezmos” e impuestos.
60 El noble es el que reproduce, el burgués es el que produce (Habermas, 1984).
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Carlos Figari
Por otra parte, la apertura de los puertos fue una de las medidas principales
para el desarrollo del comercio y, por ende, la formación de un incipiente mercado
capitalista. Con el intercambio de mercaderías comienza también la circulación de
las ideas universales y burguesas de la Europa decimonónica: “los procesos de la
civilización en Río de Janeiro en estos últimos 10 años son principalmente el resultado de las innúmeras relaciones comerciales con las naciones europeas” (Rugendas,
1979 [1821]:204).
Explicación: