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Por economía, porque tiene afán, porque no hay forma de resistirse al olor de la hamburguesa o al aroma que despide el maní dulce o los churros que fríen en la calle, todos, alguna vez, hemos sucumbido a la comida callejera. Pero, al tomar esta decisión, ¿somos conscientes de los riesgos que esto implica?
Según María Cristina Prieto, de la división de Alimentos Sanos y Seguros de la Secretaría de Salud de Bogotá, las enfermedades causadas por consumir en la calle alimentos mal preparados o contaminados se han disparado en los últimos años, en la misma medida en que ha aumentado el número de puestos ambulantes. (Vea el informe de alarmantes niveles de desaseo en restaurantes de Bogotá).
El problema es que la mayoría de esos negocios informales funcionan en condiciones de higiene bastante dudosas, no tienen agua potable, exhiben los alimentos sin ninguna protección que impida que el medio ambiente los contamine y no acatan las reglas mínimas de salubridad, como respetar la cadena de frío (vea recuadro). Por lo general, los vendedores no utilizan guantes y, sin lavarse las manos, tocan la comida, reciben la plata con la que paga la gente y hacen limpieza. Y, como casi nunca tienen permiso para funcionar, se desconoce el origen y la calidad de los productos usados.
"No se trata de decirle a la gente que nunca coma en la calle -explica Prieto-, pero sí, que tome precauciones y entienda que lo barato puede salir caro". Se refiere a las enfermedades que se pueden adquirir por la falta de buena higiene: gastroenteritis (la más común), hepatitis, salmonelosis, amibiasis, colitis, cólera y tuberculosis, entre otras. Y, en casos extremos, la muerte.
¿Qué le ponen?
Es cierto que buena parte de los alimentos que se compran en la calle saben muy rico, pero ¿se ha preguntado qué les ponen para que así sea? Estudios de salubridad han comprobado que muchas veces para mejorar el sabor de la comida le agregan cantidades excesivas de grasa y sal, que al ser consumidas con frecuencia y en elevadas proporciones provocan hipertensión.
Pero este no es el único riesgo. Muchas frutas que se ven muy brillantes son limpiadas con grasas no aptas para el consumo humano o, incluso, con saliva. Además, algunos vendedores de paqueticos soplan los empaques para envasar los productos, e ignoran que así transmiten virus y bacterias.
Por eso, antes de consumir comidas callejeras cerciórese por lo menos de que cumplan las mínimas normas de higiene.
Muchas veces, comer algo barato en la calle sale caro.
Denuncie
Si se enferma por algún alimento comprado en la calle, vaya a la Secretaría de Salud respectiva y reporte las irregularidades que vea en las medidas de salubridad.
Ojo con estos síntomas
Consulte si después de comer presenta distensión abdominal, dolor tipo cólico, diarreas, fiebre, náuseas o vómito, dificultad para respirar, enrojecimiento de la piel, malestar general, decaimiento o somnolencia y deshidratación.
Tenga en cuenta
Revise bien la cadena de frío para cárnicos, frutas, verduras y lácteos. Si el puesto no tiene una nevera para conservarlos, aléjese. Las temperaturas preferidas por los microorganismos van de los 5 a los 60 grados centígrados.
Mire dónde y cómo se lavan las manos los vendedores y revise que lo hagan con jabón, porque un simple enjuague no elimina las bacterias. Revise también cómo lavan los utensilios.
El vendedor debe usar tapabocas y guantes para manipular los alimentos. Y un gorro en el pelo. Nada de esto es opcional.
Observe bien el aceite en el que preparan la comida. Si parece recalentado, absténgase.
El vendedor debe estar capacitado en manipulación y manejo higiénico de alimentos. En Bogotá, estos cursos rápidos se imparten en cualquier hospital del Distrito o en centros particulares.