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Esta sección prácticamente marca el final del ministerio de Juan el Bautista con un repetido testimonio sobre la Persona Divina de nuestro Señor Jesucristo: Que Jesús es el Cordero de Dios. Aún más importante, en este pasaje se narra el comienzo del ministerio de Jesús con el reclutamiento de sus primeros seguidores.[i] Aunque estrictamente hablando, en estos últimos versículos del capítulo 1, Jesús no pide a otros a seguirlo (con la excepción de Felipe en el versículo 43), sus primeros discípulos deciden seguir a Jesús motivados primero por el testimonio del Bautista (Juan 1:37), y de una forma similar, por el testimonio de los primeros dos discípulos de Jesús (Juan 1:41-42,45-47).
De esta forma, en estos pasajes se puede aprender del ejemplo y de la importancia de testificar individualmente a otros sobre la Persona de Cristo; es decir, explicar a otros Quien es Él (el Cordero de Dios, el Hijo de Dios, el Mesías, y Aquel de quien escribió Moisés), y testificar sobre lo que Jesús puede y quiere hacer (limpiar los pecados del mundo y bautizar con el Espíritu Santo).
En contraste con los relatos sinópticos en el Mar de Galilea sobre el llamamiento completo y definitivo a las dos parejas de hermanos, Pedro y Andrés, como también Juan y Jacobo; en esta sección del Evangelio según San Juan se relata la invitación implícita de Juan el Bautista, como también la subsecuente invitación de los dos primeros discípulos de Cristo, a señalar a otros el camino a Jesús como respuesta al llamado hecha por medio de una invitación individual de “venir y ver” (cf. v. 39 y 46)[ii], para conocer así más sobre aquel Quien tiene el poder de perdonar los pecados de toda la humanidad (v. 29).
Puesto que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios (Romanos 10:17), los primeros cristianos experimentaron el crecimiento de una fe viva de una forma gradual por medio de la palabra que vino directamente del mismo Logos de Dios. En este