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Las bebidas alcohólicas se encuentran asociadas a altas tasas de morbilidad en las sociedades industrializadas (World Health Organization, 2010). En el caso de la adolescencia, el consumo abusivo de alcohol supone un problema de salud pública con características específicas, así como una urgencia preventiva, debido a las formas que adopta en muchos grupos de jóvenes. Efectivamente, como afirman Villarreal, Musitu, Sánchez-Sosa y Varela (2010), el patrón juvenil de consumo alcohólico es de tipo episódico pero "explosivo", pues aunque suele ocurrir en un momento concreto, las noches del fin de semana, lo hace, en muchos casos, con la ingesta de grandes cantidades.
En los últimos años, está siendo cada vez más frecuente entre los jóvenes de diferentes países una modalidad de consumo concentrado, caracterizada por la ingesta de cantidades elevadas de alcohol, realizada durante pocas horas, principalmente en momentos de ocio de fin de semana, manteniendo un cierto nivel de embriaguez y con algún grado de pérdida de control (Anderson y Baumberg, 2006; Bloomfield, Stockwell, Gmel y Rehn, 2003; Centers for Disease Control and Prevention, 2010; Choquet, 2010; Cortés, Espejo, Martín y Gómez-Íñiguez, 2010; Farke y Anderson, 2007; Gmel, Rehm y Kuntsche, 2003; Kuntsche, Rehm y Gmel, 2004; Walters y Baer, 2006). A este respecto, en el informe de Hibell et al. (2009) se constata que el 43% de los adolescentes europeos encuestados manifestaba haber tenido, en los últimos 30 días, al menos un episodio de consumo concentrado de cinco o más copas, mientras que un 17% declaraba haberlo tenido al menos cuatro veces. Por otro lado, dado que el organismo de los adolescentes se encuentra en proceso de maduración, aun sin llevar a cabo consumos excesivamente elevados de alcohol etílico, su desarrollo cognitivo puede verse perjudicado por esa conducta (Chambers, Taylor y Potenza, 2003; Winters, 2004).
Como veremos a lo largo de este trabajo, el consumo abusivo de alcohol en la adolescencia es el reflejo de una manera de adaptarse a la sociedad. La dimensión psicosocial del beber abusivo alude a un nivel de análisis en el cual el comportamiento de los individuos adquiere sentido, necesariamente, desde los significados socioculturales. La explicación no puede reducirse a la manifestación de una patología o, en el mejor de los casos, una conducta individual sin referentes colectivos (Hansen y O'Malley, 1996). La consideración de factores supraindividuales permitirá una visión más exhaustiva de la conducta de consumo y una comprensión de ella más clara y realista.
Esta visión de las cosas requiere de un marco conceptual que focalice sobre los distintos entornos en los que participa el individuo en desarrollo, en este caso, el adolescente consumidor de alcohol. Por ello, la perspectiva ecológica se presenta como una propuesta teórica relevante para analizar y comprender el consumo de sustancias entre los jóvenes, pues permite contemplar la conducta desde la interacción de las fuerzas relacionales y macrosociales que le dan sentido (Szapocznik y Coatsworth, 1999). La orientación ecológica pone el énfasis en la interrelación que se establece entre la persona y los sistemas ambientales en los que se desarrolla. Entre persona y ambiente existe una relación constante, un proceso de ajuste, de adaptación mutua y de acomodación, que explica el comportamiento individual (Janoff y Weisbord, 2006). De esta perspectiva ecológica tratará el siguiente apartado, como marco conceptual desde el que, posteriormente, se analizará el consumo de alcohol en la adolescencia.
La perspectiva ecológica
Hasta la década de los sesenta del pasado siglo, los planteamientos teóricos sobre el consumo de sustancias en adolescentes se centraban en factores específicos del individuo, tales como rasgos de personalidad, déficits en la construcción del yo o carencias relacionales, concediendo importancia, como mucho, a la exposición de la persona a ciertos modelos de comportamiento (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001). Desde los años setenta se empiezan a barajar datos epidemiológicos que demuestran que el consumo abusivo de sustancias no se reduce a una realidad que guarde relación de forma regular con un cierto tipo de problemas individuales, por lo que se hace necesario extender la explicación más allá de las variables específicas de la persona. El consumo de alcohol y otras drogas responde a una causalidad más amplia, en la que a los factores personales hay que unir los que provienen de las relaciones familiares y grupales y de las instituciones sociales (Igra e Irwin, 1996; Room et al., 2002).
gran medida, de contextos más amplios. La conducta humana es el resultado de la progresiva acomodación mutua entre un ser humano activo, en desarrollo, y las propiedades cambiantes de los entornos inmediatos en los que vive