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Respuesta:
la conquista fue que los españoles conquistaron a los incas y se llevaron todo el oro y capturaron al Inca atahualpa y lo mataron por. no respetar la biblia aorcandole con los caballos
Explicación:
espero que te ayude coronita y te siguo
Respuesta:Tal vez ningún otro acontecimiento ha transformado con tanta violencia la historia de los pueblos mexicanos como la conquista y colonización de los territorios que conforman actualmente la república de México. Dejando de lado la exactitud de tal aseveración, lo importante es su amplia aceptación y el hecho de que forma parte del actual imaginario mexicano (véase p.ej. Florescano, 1987, p. 95; Martínez, 1990, p. 10). El episodio de la conquista, una vez construido a través de diferentes narraciones, será, a lo largo de más de cuatro siglos, desconstruido y reconstruido dentro de nuevos entramados ideológicos. El siglo xvi, con tan rico corpus historiográfico, presenta las primeras construcciones posibles (con variantes múltiples en cuanto a los hechos mismos y a su interpretación). ¿Cuáles de estos hilos interpretativos son descartados por la historiografía del siglo xvii, cercana y distante a la vez?, ¿cuáles son fusionados, cuáles continuados fielmente con variantes?, ¿qué nuevas versiones surgen? Son éstas las preguntas centrales que me he planteado y que intentaré responder en este ensayo.[1]
El panorama de la crónica del xvii difiere ampliamente del del siglo anterior. En lo que hace a las Indias, ya conquistados los grandes imperios y organizado el territorio, las campañas bélicas se limitaron a las guerras de frontera –por ejemplo, el Norte de la Nueva España o el Arauco. La inmediatez de la conquista militar, pues, desaparece y con ella el predominio de las relaciones, diarios y cartas de los testigos de vista y actores que formaron un corpus importante en la anterior centuria. Los funcionarios de la Corona, por su parte, no se consagran ya a la tarea historiográfica sino principalmente a la de recopilación. De este impulso surgirán obras tales como las recopilaciones de leyes de Indias de Solórzano Pereyra (1648, traducción y refundición de la edición latina de 1629-1639), o la primera bibliografía americana (1629) de Antonio de León Pinelo.
Juan de Torquemada, Los veinte i un libros rituales i Monarchía indiana, Madrid, Nicolás Rodríguez Franco, 1723, portada.
La historiografía escrita desde la Nueva España estará ahora dominada por dos grupos de autores. Por una parte, asistimos a la emergencia de escritores nacidos de la conquista misma: la nobleza indígena cristianizada y los mestizos, que redactan documentos y componen obras en latín, castellano o lengua indígena (véase Romero Galván). Por otra, se observa una marcada preponderancia de las crónicas de las provincias religiosas sobre las crónicas seculares (véase Rubial García). Con respecto al siglo anterior, se observa en la literatura producida por las órdenes religiosas un cambio en el centro del interés: el problema no parece ser ya tanto la cuestión de los métodos de conversión de los indios, sino las controversias y disputas entre las órdenes o en su mismo seno, principalmente entre peninsulares y criollos, lo cual se refleja en la historiografía (véase Rubial García). Dentro de la crónica religiosa, son pocas las obras que tratan el tema de la conquista de Nueva España, y menos aún el de la toma de Tenochtitlan. Las razones de tan magro interés son congénitas a la naturaleza y los objetivos del género: obras escritas por encargo, deben narrar el quehacer de la orden desde el momento de su llegada a la Nueva España hasta la época contemporánea al autor, y, además, rescatar del olvido las vidas ejemplares de los santos varones. Obras de carácter apologético y a menudo refutativo, no es de sorprender que su referencia al pasado indígena o a la conquista militar sea instrumental dentro de un cuadro de defensa de una sociedad criolla y mestiza y de una orden en particular. En cuanto a la obra producida en la Península, es en este siglo cuando la crónica mayor –cuyos frutos son muy exiguos– dará sus dos mejores exponentes: Antonio de Herrera y Antonio de Solís.[2]
Dado que un capítulo del libro está dedicado a la historiografía indígena y mestiza, el corpus en el que me he movido ha sido el de la crónica religiosa escrita desde la Nueva España, y el de la crónica oficial de Indias. Cabe señalar que, en el primer caso, me limito exclusivamente al tratamiento de dichas crónicas de la conquista de Tenochtitlan.[3] El criterio de selección ha estado basado en la importancia dada por los autores a la misma, y la relevancia que sus obras tuvieron para los contemporáneos y para los siglos posteriores.