• Asignatura: Castellano
  • Autor: Mangle1649
  • hace 2 años

Busca lo que significa novelas por entregas y la trascendencia que tuvieron en el éxito de Dickens.

Respuestas

Respuesta dada por: sergiochairez2582
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Explicación:

Doscientos años después del nacimiento de Charles Dickens, Gran Bretaña - y en general el mundo entero - lleva días conmemorando la efeméride con actos como el del príncipe Carlos depositando una corona en la tumba del escritor, en la Esquina de los poetas de la Abadía de Westminster. Sus libros siguen ocupando un lugar especial en las librerías, en las bibliotecas y en las estanterías de muchas casas, incluso en las de aquellos que no se declaran incondicionales fans de la lectura. Dickens consiguió en vida que sus historias llegaran a los lectores y aunque murió a los 58 años - seguro que todavía con un montón de relatos en su imaginación y más personajes inolvidables que dejarnos -, lo hizo después de una prolífica vida en la que la intensidad de la ficción que trasladaba a sus novelas se mezclaba, aparentemente sin conflicto, con la que marcaba su propia vida personal y cotidiana. Su ácida crítica social, de hecho, marcó una época no sólo en la literatura, sino también posteriormente en el cine o en el teatro y, lo que es mucho más real, en las condiciones de vida de los representantes auténticos de aquellos perfiles que él incluía en sus escritos y que después parecían adquirir vida propia.

Sus castigados personajes, muchos de los cuales vivían en el Londres que a Gran Bretaña no le gustaba mirar, consiguieron que ya nadie pudiera cerrar los ojos ante tanta pobreza, suciedad, injusticia y miseria que rodeaba a buena parte de la población del colosal imperio victoriano. Desde que se publicó su primera novela, “Los papeles póstumos del Club Pickwick”, en 1837, Dickens alcanzó un enorme éxito que traspasaba las elegantes bibliotecas de las casas pudientes del país y llegaba, por entregas, también a aquellos que jamás habrían pensado hasta entonces en gastarse lo que no tenían para adquirir un puñado de papeles impresos, que contaban una historia más de aquellas que ellos, por desgracia, veían de cerca cada día. ¡Si la mayoría ni siquiera sabía leer! Entre muchos, se juntaban los chelines necesarios para comprar el capítulo que se vendía con el periódico, semanal o mensualmente, y el que sabía leer se colocaba en el centro del grupo para que nadie se perdiera las nuevas vicisitudes que habían castigado al personaje desde la última entrega. Seguramente, escuchaban con el corazón encogido, pero por primera vez con una sonrisa y lleno de esperanza, porque Dickens nunca se rendía a la realidad que entonces imperaba y, por efecto de su pluma, era posible que los malvados se convirtieran o, al menos, pagaran por sus maldades y que los buenos, injustamente desposeídos, alcanzaran algún pedacito de esa justicia soñada.

El irónico Dickens puso nombre y apellidos a los que ni siquiera tenían cara y estos, al verse por fin reflejados, aprendieron a reconocerse una igualdad que hasta ellos mismos se habían negado.

Dickens no cambió el mundo, pero su crítica mordaz, llena de un sentimentalismo necesario para retratar lo que durante sus largos paseos nocturnos aprendía, contribuyó a alumbrar los rincones escondidos y ya sabemos todos que con la luz, las ratas desaparecen. Oliver Twist, Nicholas Nickleby o David Copperfield tuvieron mucho que decir y sus vidas traspasaron las páginas en las que nacieron para que nadie pudiera seguir ignorando las terribles condiciones en las que vivían demasiadas personas. Porque un gran mérito de Dickens consistió en conquistar, de la misma manera que había hecho con los sectores más desfavorecidos, a aquellos que hasta entonces no habían osado mirar, a esos que él retrataba cómodamente sentados sin preocuparse por los demás. Los ricos, igual que los pobres, esperaban con vehemente anhelo las nuevas entregas de sus novelas y es de suponer que algo se les removería por dentro al descubrir en letra impresa lo que algunos ya habrían intuido sin querer: que el dinero y el poder no evitan la condena a la triste soledad y que quien siembra maldad, acaba muchas veces recogiéndola en su propia casa. En su carne.

Y Dickens fue incluso más allá, porque sus novelas tenían también un gran éxito fuera de su país. En Estados Unidos, por ejemplo, contaba con apasionados seguidores que esperaban las nuevas entregas a pie de puerto y preguntaban a gritos a los pasajeros del barco procedente de Inglaterra, que estaba a punto de atracar, qué era lo que había ocurrido con los personajes en el último episodio. Lo cierto es que Dickens sabía muy bien jugar con el estilo episódico que predominaba en los relatos de ficción durante aquella época y, fiel a su costumbre de vagar por las calles en busca de inspiración e historias reales, aprovechaba para captar el sentir de los lectores antes de sentarse a escribir la siguiente entrega. Se trataba de una forma de entender la novela que tristemente ha desaparecido, porque hoy en día la paciencia no es virtud

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