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DESTRUCCIÓN
Hoy es domingo y me acabo de levantar.
¡Qué bueno! no tengo que salir a trabajar. ¡Todo
el día para hacer lo que quiera!
Preparo mi desayuno y miro distraídamente las
escenas que aparecen en el televisor. Realmente, lo enciendo por
costumbre.
Pero la calma de la mañana se quiebra de pronto.
Desde el aparato provienen gritos de asombro y de terror.
No puedo creer lo que veo, el puente que
queda a pocas cuadras de mi casa, se está partiendo, Algunos coches caen al
río, otros quieren retroceder y chocan con los de atrás.
El caos es impresionante, El miedo me
inmoviliza, quiero gritar, pero la voz no me sale, quiero correr, pero mis
piernas no obedecen. Mi mirada sigue hipnotizada lo que sucede en el televisor
El movilero que está en la escena transmite con
voz temblorosa,
Lo que está pulverizando literalmente al puente
llega al final de éste y continúa su camino hacia las calles de mi propio
barrio.
Lo miro avanzar como si fuera un monstruo que
sale de las entrañas de la tierra arrasando con casas, coches, gente...
Ya llega a mi casa y no atino a correr, no puedo
pensar ni actuar.
De repente, un grito sale de mi garganta, un
grito que rompe mis oídos,
Mi grito me despierta.
¡ Estoy en mi cama!
Por la ventana del dormitorio veo
a unos trabajadores de vialidad que están arreglando las calles
con esos barrenos enormes y ruidosos.
¡Que ‘bueno!
¡Hoy es lunes y tengo que ir a trabajar!
saludos
Narración fantástica: La leyenda del niño bestia
Una noche cualquiera del barrio Antonio José de Sucre, en la ciudad carabobeña: Valencia. Bajo las sábanas se escondía un niño con la tez pálida por el pavor del monstruo cercano.
En realidad, todo aquello estaba en su cabeza, decía la madre para consolarlo; sin saber que en realidad el niño tenía sueños premonitorios (visiones del futuro).
El niño recordaba con ansias las palabras de su mamá, ya que ella no estaba en la casa. El niño no temía a la soledad, sino al silencio eterno; con el televisor prendido y la radio a tope, el niño trataba de conciliar el sueño. Pero como cualquier día en la vida de un venezolano, una oscuridad infinita, producido por la negligencia administrativa, arrasó toda la ciudad (quizás el estado o el país entero).
El niño corre hasta la cocina para encender la vela con el yesquero que estaban en los gabinetes donde siempre lo guardaban. Sin embargo, el niño sintió un escalofrío en la espina dorsal, no estaba sólo o quizás nunca lo había estado.
Con las manos temblando, intentaba encender la vela con el yesquero, pero no servía. La planta eléctrica de su vecina empezó a sonar, ahí nota que las ventanas estaban abiertas.
La luz de la luna inmaculada, le dio la oportunidad de ver a la bestia que tenía enfrente. Una sombra de color morado, largos brazos que se arrastraban por el suelo, piernas de animal, unas cuencas vacías y un hocico de toro oliendo el miedo.
El niño se había dormido, ahora estaba en el mundo onírico o espiritual; con una punzada en la cabeza ciega todo. Todo es oscuro. El niño logra tener la visión desde el cuerpo del monstruo; el cual decidió comerse su cuerpo.
Atrapado sobre los pensamientos y decisiones del demonio, le toca ver día a día el monstruo quitarle los ojos para colocarlo sobres sus cuencas eternamente vacías, y sin dejar rastros. Sin embargo, este no sabe si él sería el monstruo.
Al día siguiente su madre consigue con los créditos de una película de disney con un programa radial matutino de fondo. Frente al televisor se encontraba el cuerpo frío bajo las sábanas.
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