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Los sofistas fueron los predecesores de los asesores de los políticos. Esos que acompañaban a los candidatos en el debate de Atresmedia, uno de los cuales podía corregir sus errores o mejorar sus flaquezas en cada pausa publicitaria. El profesor Theodore Zeldin, uno de los cien pensadores más importantes del mundo según Le Magazine Littéraire, acaba de publicar Los placeres ocultos de la vida (Plataforma), donde entre muchas otras historias cuenta que los sofistas (siglo V a.C.) tenían claro que el poder provenía del control de las emociones. Atraían a un buen número de estudiantes porque les prometían que rápidamente aumentaría su influencia y demostraban que, si uno domina la retórica, podía defender cualquier argumento y salir victorioso. Además, los sofistas fueron los primeros en comprender que sólo valoramos aquello que nos cuesta dinero, así que cobraban las lecciones a sus alumnos, al contrario que los filósofos. Tenían mala fama, pero importantes ingresos. Asegura Zeldin que sus textos no han llegado hasta nosotros porque los sofistas no pretendían escribir para la posteridad. Eran prácticos y no idealistas, hacían demostraciones de improvisación y de persuasión y captaban a muchos seguidores, entre ellos aspirantes a políticos.