Respuestas
El 11 de septiembre de 2001 en un
hecho que podríamos entender como un
hito en el fenómeno del terrorismo, el
asombro de las sociedades occidentales
tuvo múltiples vertientes. Las declaraciones de la entonces embajadora de Estados Unidos en Venezuela, Donna Hrinak,
podrían ser un reflejo de la dificultad que
muchos teníamos para entender las motivaciones de quienes se «inmolaron» en
las torres gemelas. La Sra. Hrinak exponía que la sociedad americana brindaba
las posibilidades para que todos aquellos
que pudiesen entrar en ese país comprendieran su forma de vida y los valores asociados con la tolerancia política, religiosa y cultural. Ella no lograba entender cómo eso no había pedido ser asimilado por estas personas. Más recientemente, un sentimiento similar subyacía en España
tras el atentado en las cercanías de Atocha.
Las interrogantes sobre esa suerte de intolerancia
que percibimos como un posible «choque de civilizaciones» para usar la expresión, no del todo inocente de Hutington, especialmente aquellas con un
importante substrato religioso, son abordadas en esta
obra de Juergensmeyer, El Terrorismo Religioso, a
través de una profunda e interesante, y por demás
bien documentada, reflexión. Se trata de vincular las
explicaciones y justificaciones que los activistas y
seguidores de diversas ideologías religiosas dan a
sus acciones violentas o de terrorismo. Tal como el
autor lo señala, busca analizar la «oscura relación
entre ideología y religión». Para ello, investiga múltiples casos y encuentra que, aunque la religión puede ser un factor crucial en muchos actos de terrorismo, se necesita una serie de condicionantes y un camino recorrido para llegar a esos extremos, sea cual
sea la tradición religiosa desde la que se pretende
justificar el derramamiento de sangre, especialmente
de población inocente, y actos de violencia de gran
magnitud.
Una de las líneas matrices desarrolladas es que
«ideas e imágenes de violencia» no son monopolio
de una sola religión, cualquier culto
puede aportar la base ideológica para
estos ataques en el entorno global contemporáneo, convirtiéndose así, aún a
pesar de los violentos, en una manifestación más de la globalización. Se pueden tomar las palabras de Juergensmeyer
en el prólogo a la edición española sobre el fin último de su escrito, para él se
trataría de entender «el poder que aún
ejerce la imaginación religiosa en la vida
pública y de reconocer que para muchos
la religión más que ser la causa de la
violencia, puede representar un remedio
contra esta» (Juergensmeyer, 2001:xiii).
En la introducción que titula «El Terror y Dios»
se expone claramente el esquema expositivo que tiene el libro a partir de dos ideas principales, a saber, el
terrorismo religioso, por una parte, y la visión desde
el interior de las culturas de la violencia, por la otra.
A través del primero se pretende abordar el fenómeno en sí, desde las dificultades inherentes al calificativo mismo de «terrorismo» hasta el lenguaje religioso y la base ideológica que se aplica, mientras
que en el segundo se aspira comprender no sólo la
mentalidad de los activistas religiosos sino el contexto y los grupos que los apoyan.
A pesar de la innegable existencia de actos que
pudieran calificarse como «terrorismo de Estado», el
libro se centra en el estudio de aquellos casos en que
la religión, combinada con otros factores (identidad
étnica, ideologías sociopolíticas, reacción a una ocupación, etc.) se vislumbra como motivación principal. El autor busca centrar el análisis de casos en
sendos contextos culturales y en el marco de los
cambios sociopolíticos globales contemporáneos. La
comprensión de por qué estos actos se han asociado
con causas religiosas es uno de los objetivos principales que se propone Juergensmeyer.
De los casos estudiados, el autor muestra múltiples evidencias de que muchos de los que llevan a
acciones terroristas o que pertenecen a grupos o comunidades que los apoyan abiertamente no pueden
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Aldea Mundo, Año 7 No. 14
ser calificados como sociópatas o individuos con
profundos trastornos de personalidad, al contrario
suelen ser ciudadanos que han mostrado una vida de
cierta normalidad que en un momento dado «se ven
abrumados» por un enorme sentido de dedicación a
una visión religiosa compartida por muchos miembros de la comunidad de la que forman parte y, convencidos de que esta visión del mundo está siendo
profundamente atacada, se convencen de llevar a cabo
un acto «trágico y desesperado». (Juergensmeyer,
2001:9). También parece ser usual que estos activistas religiosos no se perciben a sí mismos como «terroristas» sino como militantes o soldados de una
causa, que asumen la violencia como un medio para
lograr un fin, en tal sentido sus actos, entendidos
como «operaciones» serían interpretados como «acciones defensivas», reactivas a una situación que limita con lo insostenible.
Explicación:
espero te alla ayudado coronita pls