a que se refieren los protestantes cuando hablan de volver al cristianismo primitivo​

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Respuesta dada por: andygrober2013
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Que volvamos a ser como antes

Respuesta dada por: lopezandresjorge40
1

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A menudo la historia se repite. Esto es cierto de lo espiritual como también de lo secular. Por ejemplo, la controversia entre Pelagio y Agustín volvió a efectuarse en el siglo dieciséis en Europa. Los nombres de los actores eran diferentes, y los detalles doctrinales cambiaron levemente. Pero los resultados fueron virtualmente idénticos.

Otra vez, el tema central era la salvación. A través de los siglos, la iglesia católica romana se había apartado poco a poco de la posición de Agustín sobre la predestinación estricta. En lugar de eso, la iglesia católica antes de la Reforma enseñaba que las buenas obras sí tenían que ver con la salvación. En eso, su doctrina se parecía a la de los cristianos primitivos. Pero para los cristianos primitivos, las “buenas obras” no eran sino la obediencia a los mandamientos de Dios. Los católicos de la Edad Media extendieron el significado de este término hasta incluir también a tales prácticas ceremoniales como el hacer peregrinaciones, el contemplar reliquias, y el comprar indulgencias. No obstante, los católicos de esa época no enseñaban que uno podía ser salvo aparte de la gracia de Dios, aunque muchos hoy en día creen lo contrario.

La Reforma se inició como respuesta al abuso en la práctica católica romana de conceder indulgencias. En la teología católica, la indulgencia es el perdón de los pecados que concede libertad de las penas incurridas por ellos. Se creía que el papa tenía el poder de conceder indulgencias tanto a las personas vivas como también a los que estaban en el purgatorio, con tal que el que las recibía o el que las pedía estuviera arrepentido y diera limosnas a la iglesia o a alguna obra caritativa.

Al papa le faltaban los fondos necesarios para reedificar la iglesia de San Pedro en Roma. Por lo tanto, autorizó a cierto dominico llamado Juan Tetzel a que reuniera los fondos por medio de la venta de indulgencias en Alemania. Tetzel era orador entusiástico, y aparentemente hacía muchas afirmaciones fantásticas acerca del poder de las indulgencias. El jugaba con las preocupaciones de los fieles por el alma de sus parientes difuntos, diciendo: “Tan pronto como la moneda resuena en el cofre, el alma de su amado brinca del purgatorio.”1

Un día cierto joven le preguntó a Tetzel si el comprar la indulgencia le aseguraría el perdón por cualquier pecado.

—Claro que sí —respondió Tetzel.

—¿Aun si el pecado no se ha cometido todavía, pero la persona sólo lo está pensando?

—¡No importa! —le aseguró Tetzel—. No hay ningún pecado demasiado grande.

Con eso, el joven entusiasmado compró la indulgencia.

Después de terminar Tetzel su negocio lucrativo en aquel pueblo, emprendió su viaje al próximo pueblo. En el camino, se topó con una pandilla de ladrones que le quitaron todo cuanto tenía, incluso el dinero que había ganado vendiendo indulgencias. El dirigente sonriente de la pandilla era el mismo joven que había comprado la indulgencia esa misma tarde cuando estaba contemplando el pecado que iba a cometer—el robo.

Las afirmaciones de Tetzel no pasaron sin ser desafiadas. Un monje energético llamado Martín Lutero, ardiendo con indignación, se confrontó con Tetzel y desmintió sus afirmaciones ridículas. Cuando la iglesia no hizo nada para hacer callar a Tetzel, Lutero clavó 95 proposiciones contra las indulgencias en la puerta de la iglesia en Wittenburg, Alemania. En ellas propuso un debate público sobre el tema de las indulgencias.

En la actualidad muchos cristianos tienen conceptos erróneos en cuanto a estas 95 proposiciones. No eran una lista de doctrinas reformadas, sino sólo una lista de afirmaciones sobre las indulgencias. Por ejemplo, la proposición número 75 afirmó: “Creer que la indulgencia papal pudiera absolver al hombre que hubiera cometido un pecado imposible, como violar a la Madre de Dios—eso es locura.”2 Aparentemente, o Tetzel o alguno de sus ayudantes habían afirmado eso mismo.

El fuego que comenzó a arder en Wittenburg tal vez hubiera permanecido allí, excepto por una invención nueva de aquel entonces: la imprenta. Sin que Lutero lo supiera, sus 95 proposiciones fueron impresas por los impresores de la ciudad y se distribuyeron en casi toda Europa.

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