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Todo aquel que tenía una fijación por la Moda, llámese diseñadores, modelos, personas de la alta sociedad o aficionados, estaban conscientes de que el buen vestir, es decir, los clásicos, el maquillaje y la presencia escénica (en cualquier ámbito) no eran más que una forma para querer ser igual a los demás y por lo consiguiente, ser aceptado.
La mayor parte de las normas se regían gracias a la Biblia, en donde no había códigos de etiqueta, pero sí de moral, así que la industria textil basaba sus creaciones en lo dicho dentro de ella.
Sin embargo, el arte del buen vestir, a diferencia de la etapa que vivimos en la actualidad, era muy simple y hasta sombría. Era discreta y había que pasar desapercibido, nunca sobrevivir. Pero si analizamos bien la situación actual y la de aquella época, podremos ver que no hay muchas diferencias entre sí.
Hoy pretendemos vestirnos diferente y ser originales, pero al mismo tiempo, compramos en las mismas tiendas que los demás, usamos zapatos similares, decimos las mismas palabras y, por lo general, tenemos las mismas referencias culturales. Así que por mucho que queramos ser diferentes y únicos, somos uno más... A pesar de ello —y cómo si no nos diéramos cuenta— estas absurdas reglas de la moda de Edad Media nos sorprenden, aunque muy en el fondo sean parecidas a las fashion rules que nos rigen ahora.