1. Argumenta sobre el enunciado que manifiesta lo siguiente:
En el tránsito del siglo XIX al siglo XX hay grandes contrastes y diferencias. La Revolución industrial había acortado el tiempo y las distancias con inventos como el telégrafo, el tren y el barco de vapor. Algunas ciudades tenían ahora alumbrado público, y la salud se veía beneficiada con el desarrollo de la anestesia y de nuevos medicamentos.
Respuestas
Respuesta:
Las cuestiones que puede afrontar la Historia Económica son múltiples y heterogéneas. Tantas y tan va- riadas como los problemas de que se ocupa la Economía. Abarcarlos todos es imposible. Por ello es im- prescindible hacer una selección. En este sentido se dice que cada generación reescribe la historia repre- sentando su pasado en función de los problemas del presente. Tres son los problemas más destacables de nuestro presente histórico más o menos inmediato: el crecimiento económico, las desigualdades en general y el desarrollo desigual en particular y lo que se ha convenido en llamar globalización económica. Y estas tres cuestiones van a ser las ideas-fuerza que van a presidir y enhebrar el relato de nuestra historia de la economía.
El crecimiento económico es un fenómeno histórico relativamente reciente. Hasta 1800, dicho creci- miento, cuando lo hubo, pues no siempre se mantenía, fue muy bajo y el nivel de vida de la población mejoró poco; con la Revolución Industrial se inició el crecimiento económico moderno, alto y sostenido, que ha ido progresando hasta nuestros días, al igual que los nivel de vida. La globalización, la integración e interdependencia económica entre países, no es una dimensión exclusiva de nuestro mundo sino que tiene sus antecedentes en el pasado, el cual nos enseña que tal proceso puede venirse abajo, como ocurrió entre las dos guerras mundiales, cuando las relaciones económicas internacionales se desintegraron. Concluyendo, ninguno de los tres fenómenos enunciados es algo natural ni exclusivamente presente sino histórico y cambiante en tiempos pasados.
Todas estas consideraciones no pueden menos que incitar la curiosidad intelectual, provocando pregun- tas: ¿cómo se ha producido la evolución económica de la humanidad desde el atraso de las hordas primi- tivas hasta los niveles de desarrollo de las actuales naciones ricas?, ¿qué resortes y mecanismos hicieron posible alcanzar el crecimiento económico moderno?, ¿por qué unas sociedades han sido más capaces que otras de desarrollarse, abriendo la brecha de la desigualdad?, ¿qué ha hecho posible que esta des- igualdad no sea definitiva ni irreversible sino mutable?, ¿por qué la globalización se desintegró en el pa- sado?, ¿puede ocurrir lo mismo en el futuro?... Las preguntas podrían multiplicarse.
Este es el tipo de cuestiones a las que la Historia Económica trata de dar respuesta. Pero ella no es la única disciplina económica que trata de hacerlo. Otras también lo pretenden, aunque lo llevan a cabo de forma diferente. Esta forma, el cómo, marca gran parte de las distinciones entre las disciplinas econó- micas, aunque no las agota del todo, pues también el contenido de las preguntas, el qué, cuenta. Par- tiendo de esta proposición y de que todas esas ciencias buscan explicaciones racionales, o razonables, destacaremos tres formas relevantes y cuasi privativas de la Historia Económica en su forma de razona- miento económico.
La primera se relaciona con la concreción y complejidad de la realidad económica. Con ello se quiere contrastar la forma de razonamiento de la Teoría Económica, que por definición tiende a la abstracción generalizadora y la simplificación —en el límite a la formalización matemática— con la de la Historia Económica que propende hacia la concreción y la complejización, por su afán totalizador. La Economía construye modelos idealizados en los que las múltiples variables de la vida real son reducidas a las que se consideran más relevantes y son estilizadas hasta lo más fundamental, iluminándose así potentemente lo que se estima esencial en la realidad compleja. La Historia Económica, sin embargo, trata de encarnar y materializar, en suma historiar, esas variables abstractas en toda su riqueza posible y de ampliar el espec- tro de las mismas hasta introducir, como veremos, a las no económicas.
Otra forma, ésta muy privativa de la Historia Económica, es la de comprender la dinámica de las eco- nomías a largo plazo. Este plazo es el ámbito en que normalmente se mueve la Historia Económica porque es el único desde el que se pueden captar la dimensión histórica, procesual, de los fenómenos económicos para apreciar el cambio económico. A medio y sobre todo a corto plazo, lo único que es visible, o al menos más evidente, es la estabilidad y la permanencia, a lo más los pequeñas mutaciones, pero no los grande cambios. Esta perspectiva contrasta más claramente con la que asumen tanto la Teor- ía Económica, cuyos modelos son además de abstractos generalmente estáticos