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A pesar de que el 70% de la superficie de nuestro planeta --el planeta azul-- está cubierta de agua, el acceso a agua segura y limpia se ha convertido en un reto mayor para el desarrollo sostenible. Impulsados por una demanda en constante aumento y la amplia degradación de su calidad, los recursos hídricos del mundo se encuentran bajo serio estrés. Con frecuencia, esto degrada la calidad de vida para muchos habitantes, y, en casos extremos, amenaza las vitales infraestructuras de nuestro planeta que apoyan la vida, tal como nos advirtieran el PNUMA y otros organismos de las Naciones Unidas.
También la República de Corea se ve ensombrecida por retos concernientes al agua. Hay casi 4.000 ríos y 19.000 lagos dentro de nuestras cuatro mayores cuencas fluviales domésticas. Nuestros antepasados se referían a nuestro país como “la galería de aguas y montañas”, gracias a la abundante disponibilidad de agua limpia. Pero esta armoniosa coexistencia con la naturaleza ha sido sacudida por un rápido desarrollo, comenzado en 1970 y caracterizado por una industrialización guiada por la exportación y por la urbanización. El desarrollo de la República de Corea fue apodado “el Milagro en el Río Han”, pero también incurrió unos altos costos ocultos. En particular, el intenso crecimiento económico desencadenó una ruptura en el equilibrio entre la demanda y la provisión de recursos hídricos, --y en un sentido más amplio-- debilitando con ello el equilibrio entre la naturaleza y el deseo humano. Los actos de desarrollo indiscriminado eran ocurrencias galopantes, y la gestión de las aguas orientada hacia el suministro dominaba los objetivos de nuestras políticas vinculadas con el agua. El resultado fue pasmoso: los recursos de agua segura y limpia se volvieron escasos y visiblemente inferiores. Aprendimos que “no lleva mucho tiempo ir cuesta abajo”.
También la República de Corea se ve ensombrecida por retos concernientes al agua. Hay casi 4.000 ríos y 19.000 lagos dentro de nuestras cuatro mayores cuencas fluviales domésticas. Nuestros antepasados se referían a nuestro país como “la galería de aguas y montañas”, gracias a la abundante disponibilidad de agua limpia. Pero esta armoniosa coexistencia con la naturaleza ha sido sacudida por un rápido desarrollo, comenzado en 1970 y caracterizado por una industrialización guiada por la exportación y por la urbanización. El desarrollo de la República de Corea fue apodado “el Milagro en el Río Han”, pero también incurrió unos altos costos ocultos. En particular, el intenso crecimiento económico desencadenó una ruptura en el equilibrio entre la demanda y la provisión de recursos hídricos, --y en un sentido más amplio-- debilitando con ello el equilibrio entre la naturaleza y el deseo humano. Los actos de desarrollo indiscriminado eran ocurrencias galopantes, y la gestión de las aguas orientada hacia el suministro dominaba los objetivos de nuestras políticas vinculadas con el agua. El resultado fue pasmoso: los recursos de agua segura y limpia se volvieron escasos y visiblemente inferiores. Aprendimos que “no lleva mucho tiempo ir cuesta abajo”.
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