(Histórico discurso pronunciado en agosto de 1963 ante 200.000 manifestantes por el reverendo King, desde las escalinatas del Lincoln Memorial durante la Marcha sobre Washington por el trabajo y libertad. Figura como documento público en los Archivos Douglass de la Northern University, un registro electrónico de la oratoria estadounidense y otros documentos trascendentales ofrecidos como instrumentos pedagógicos. La entidad homenajea al ex esclavo negro Frederick Douglass (1817-1895), valiente periodista y orador por la abolición de la esclavitud. En la década de 1950, la igualdad de los hombres encuadrada por la Declaración de Independencia de los Estados Unidos estaba lejos de ser realidad. Personas de color, negros, latinos y orientales, eran discriminadas de muchas maneras, tanto abierta como encubiertamente.) Me enorgullece reunirme hoy con ustedes en la que será, ante la historia, la mayor manifestación por la libertad en los anales de nuestra nación, Cien años atrás, un gran estadounidense (Abraham Lincoln), bajo cuya sombra simbólica estamos hoy de pie, firmó la proclama de la Emancipación. Este decreto trascendental fue como la luz de un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados por las llamas de una intimidante injusticia. Surgió como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero cien años después, debemos enfrentar el trágico hecho de que el negro todavía no es libre. Cien años después, la vida del negro es aún tristemente mutilada por los grilletes de la segregación y las cadenas de la discriminación. Cien años después, el negro vive en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material... Por eso, hoy hemos venido aquí para dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del cual cada norteamericano sería un heredero. Este pagaré era la promesa de que a todo hombre se le garantizarían los derechos inalienables de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Hoy resulta obvio que Estados Unidos no ha cumplido este pagaré en lo referido a sus ciudadanos de color. En lugar de honrar esta sagrada obligación, los Estados Unidos han dado al pueblo negro un cheque inútil que fue rechazado con el sello “fondos insuficientes”.
Pero nos negamos a creer que el Banco de Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en los grandes cofres de oportunidad de este país. Y entonces hemos venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dará bajo demanda las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia...Ahora es el momento de elevar a nuestra nación desde las arenas movedizas de la injusticia racial, hacia la roca sólida de la hermandad. Pero hay algo que tengo que decirle a mi gente, a los que están de pie en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. En el proceso de lograr el lugar que nos corresponde, no debemos ser culpables de hechos censurables. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad con la copa de la amargura y del odio. Siempre deberemos conducir nuestra lucha en el plano elevado de la dignidad y la disciplina. No podemos permitir que nuestras protestas creativas degeneren en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas del encuentro de la potencia física con la energía del alma... Entonces les digo a ustedes, amigos míos, que, a pesar de las dificultades y las frustraciones del momento, todavía tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño norteamericano. Yo tengo un sueño de que algún día esta nación se alzará y vivirá verdaderamente del auténtico significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son evidentes por sí mismas, que todos los hombres son creados iguales” .... ¡Y si los Estados Unidos van a ser una gran nación, esto deberá volverse realidad! Entonces, hagan resonar libertad desde la cima de los montes prodigiosos de New Hampshire. Hagan resonar la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York...”¡Desde cada lado de la montaña, que resuene la libertad!”. Y cuando esto suceda, cuando la libertad resuene y cuando la hagamos resonar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar el día en que todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar con las palabras del antigua spiritual negro: “¡Libres por fin! ¡Libres por fin! ¡Gracias a Dios Omnipotente, somos libres al fin! 28 de agosto de 1963 Washington, distrito de Columbia, Estados Unidos de Norteamérica. Martin Luther King
Fuente: Portafolio J. Santillana
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