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El quebranto económico causado por la Revolución no tuvo las dimensiones observadas en otras partes de la República, aunque la agricultura y la ganadería sufrieron pérdidas considerables, como sucedió también en el ámbito de las inversiones extranjeras. La industria textil, de dimensiones reducidas, había llegado a funcionar con éxito; sin embargo desapareció en la década de los años veinte, como desaparecieron algunas artesanías y se esfumó la producción local de jabón, zapatos, cigarros y cerillos. Cerraron los molinos de arroz, así como las fábricas de almidón y aceite.
Hasta antes de 1930, los hacendados, los comerciantes y los empresarios continuaron manteniendo el control económico del estado, aunque con frecuentes problemas, particularmente los hacendados, quienes recurrían a préstamos e hipotecas de manera frecuente. Por otra parte, era generalizada la escasez de fuerza de trabajo y común la inmigración de peones, provenientes principalmente de Jalisco y Michoacán. Esta escasez marcó pautas distintas en la relación propietario-trabajador que no conoció la dureza de otras zonas del país. "Los campesinos colimenses eran respetuosos y serviciales, pero más independientes y orgullosos; a diferencia de otros campesinos más oprimidos, de otras partes del país, ellos eran muy dados a demostrar su altanería."
Miles de personas de otros estados migraron a Colima entre 1910 y 1921, pues su nivel de vida era mucho más alto que en otros lugares del país. Ésta fue posiblemente una de las causas que repercutieron para el incremento de la población en el mismo lapso, sobre todo en la parte de la costa.
El reparto agrario en Colima empezó en 1916, con ello empezaba también en la práctica todo un proceso que cambió la faz del campo y alteró para siempre su vieja composición. Pero a diferencia de muchos otros estados, como ya se dijo, la reforma agraria se impuso por decreto, bajo el mando del gobernador general Juan José Ríos, quien entre 1916 y 1918 repartió 5 912 hectáreas de tierras a cuatro comunidades y 716 ejidatarios, más del doble de las repartidas entre 1919 y 1927 que apenas alcanzaron las 2 686 hectáreas a cuatro comunidades y 331 ejidatarios. Pero este movimiento sólo servía para inquietar a los grandes propietarios que esperaban el arribo de una nueva presión gubernamental más que un reclamo campesino generalizado.
La reforma agraria, como sucedió en el resto del país, se acentuó durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, tiempo durante el cual coincide como gobernador el teniente coronel Miguel C. Santana, quien aceleró el reparto agrario y dio vigencia a la ley de tierras ociosas. En 1938, como símbolo de lo que acontecía en el estado, se fundó la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos.
Si bien en los años treinta la política agraria fue el eje central de la actividad de los gobiernos, no por ello quedaron relegados otros aspectos importantes de la vida de la entidad, ya que entre 1935 y 1939 se rescató al estado del caos político y de la deplorable situación social que caracterizó a la administración de Salvador Saucedo (1932-1933). En los años que correspondieron a la administración del teniente coronel Santana, se reorganizó el ramo fiscal; se reformó la ley de educación pública; se mejoró el sueldo de los maestros; se construyeron escuelas y se acondicionaron muchos locales escolares. También se mejoró el sistema de agua potable y se expandió la red de caminos. En fin, la década terminaba con la pacificación cristera del estado y se inauguraba otra (con el gobierno del coronel Pedro Torres Ortiz, 1939-1943) destinada al impulso de la agricultura y ganadería, así como a la reconstrucción general del estado.
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