• Asignatura: Matemáticas
  • Autor: dylanchaparrogustavo
  • hace 2 años

el tiempo del cuento el hombre sin cabeza de Ricardo Mariño


dylanchaparrogustavo: 2) Teniendo en cuenta la secuencia narrativa ¿Qué información brinda el marco (tiempo,lugar, personaje)?
dylanchaparrogustavo: del cuento el hombre sin cabeza de Ricardo Mariño .

Respuestas

Respuesta dada por: angelahuaman2020
1

Respuesta:

no me bloques pero que pregunta es esa ??

Respuesta dada por: mirandajuarez1708
1

Respuesta:

Explicación paso a paso. El hombre, el escritor, solía trabajar hasta muy avanzada la noche.  

Inmerso en el clima inquietante de sus propias fantasías escribía cuentos de terror. La vieja casona de aspecto fantasmal en la que vivía le inspiraba historias en las que inocentes personas, distraídas en sus quehaceres, de pronto conocían el horror de enfrentar lo sobrenatural.  

 

El cuento que aquella noche intentaba crear Luis Lotman, que así se llamaba el escritor, trataba sobre un muerto que, al cumplirse cien años de su fallecimiento, regresaba a la antigua casa donde había vivido o, mejor dicho, donde lo habían asesinado.  

El muerto regresaba con un cometido: vengarse de quien lo había matado. ¿Cómo podía vengarse de quien también estaba muerto? El muerto del cuento se iba a vengar de un descendiente de su asesino.  

Para dotar al cuento de detalles realistas, al escritor se le ocurrió describir su propia casa. Tomó un cuaderno, apagó las luces y recorrió el caserón llevando unas velas encendidas. Los detalles precisos dan a los cuentos cierto efecto de verosimilitud: una historia increíble puede parecer verdad debido a la lógica atinada de los eslabones con que se va armando y a los vívidos detalles que crean el escenario en que ocurre.  

La casa del escritor era un antiquísimo caserón heredado de un tío —hermano de su padre— muerto de un modo macabro hacía muchos años. Los parientes más viejos no se ponían de acuerdo en cómo había ocurrido el crimen, pero coincidían en un detalle: el cuerpo había sido encontrado en el sótano, sin la cabeza.    

Proyectada por la luz de las velas, la sombra de Lotman reflejada en las altas paredes parecía un monstruo informe que se moviera al lento compás de una danza fantasmal. Cuando Lotman se acercaba a las velas, su sombra se agrandaba ocupando la pared y el techo; cuando se alejaba unos centímetros, su silueta se proyectaba en la pared... sin la cabeza.  

Ese detalle lo sobrecogió. ¿Cómo podía aparecer su sombra sin la cabeza?  

Tardó un instante en darse cuenta de que sólo se trataba de un efecto de la proyección de la sombra: su cuerpo aparecía en la pared y la cabeza en el techo, pero la primera impresión era la de un cuerpo sin cabeza.  

 

Terminó de anotar esa idea, cerró el cuaderno y decidió bajar al sótano.  

Los apolillados encastres de la escalera emitían aullidos a cada pie que él apoyaba. Cien veces se había dicho: "Tengo que bajar al sótano a poner orden". Pero jamás lo hacía.  

Se detuvo en el medio del sótano y alzó el candelabro para distinguir mejor. Al girar, pateó involuntariamente el pie de un maniquí y, en su afán de tomarlo antes de que cayera, derribó una pila de cajones que le cerraron el paso hacia la escalera.  

Ahogado, con una mueca de desesperación, intentó caminar por encima de las cosas, pero terminó trastabillando. Cayó sobre el sillón desfondado y con él se volteó el candelabro y las velas se apagaron.  

 

Quién sabe cuánto tiempo le llevó dar con la escalera y con la puerta. Cuando al fin llegó a la salida, chorreando transpiración, temblando de miedo, atinó a cerrar con llave la puerta que conducía al sótano. Pero su nerviosismo no le permitía acertar en la cerradura.  

Corrió entonces hasta cada uno de los interruptores y encendió a manotazos todas las luces. Basta de "clima inquietante" para inspirarse en los cuentos, se dijo. Estaba visto que en la vida real él toleraba muchísimo menos que alguno de sus personajes capaces de explorar catacumbas en un cementerio.  

Cuando por fin llegó al acogedor estudio donde escribía, se echó a llorar como un chico.  

Una gran taza de café hizo el milagro de reconfortarlo. Se sentó ante la computadora y escribió el cuento de un tirón.  

Un muerto sin cabeza salía del cementerio en una espantosa noche de tormenta. Había "despertado" de su muerte gracias a una profecía que le permitía llevar a cabo la deseada venganza pensada en los últimos instantes de su agonía: asesinar, cortándole la cabeza, a la descendencia, al hijo de quien había sido su asesino: su propio hermano.  

Cuando el escritor puso el punto final a su cuento sintió el alivio típico de esos casos. Ya había escrito el cuento que se había propuesto hacer. Dedicaría el día siguiente a pasear y a encontrarse con algún amigo a tomar un café.  

Sin embargo, de pronto tuvo un extraño presentimiento...    

Cobardía o desesperación, no se animaba a abrir los ojos y volverse para mirar. Pensó con terror que, si había alguien detrás de él, lo vería no bien abriera los ojos.  

Demoró una eternidad en abrirlos. Cuando lo hizo, en cierta forma vio lo que esperaba, aunque hubo un instante durante el cual se dijo que no podía ser cierto. Pero era indiscutible: "eso" que estaba reflejado en el vidrio de la ventana, lo que estaba detrás de él, era un hombre sin cabeza. Y lo que tenía en la mano era un largo y filoso cuchillo...:


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