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Cuando ingerimos alimentos, éstos llegan al estómago y se mezclan con los jugos gástricos, que son una disolución de ácido clorhídrico (al 1% aproximadamente, lo que le confiere un pH en torno a 0,8), sales (como cloruro sódico, NaCl, y cloruro potásico, KCl) y enzimas digestivas en forma inactiva, principalmente pepsinógeno, que es el precursor de la pepsina. Los jugos gástricos son segregados por las numerosas glándulas parietales microscópicas distribuidas por toda la mucosa estomacal, gracias a la acción de una hormona, la gastrina, que se activa cuando llega comida al estómago.
El ácido clorhídrico segregado en el estómago posibilita que el pepsinógeno inactivo se hidrolice, desprendiéndose de algunos aminoácidos para formar la pepsina, forma activa de la enzima. La pepsina es una enzima capaz de hidrolizar proteínas (es decir, de romper enlaces peptídicos). El enlace peptídico es un enlace entre el grupo amino (–NH2) de un aminoácido y el grupo carboxilo (–COOH) de otro aminoácido. La pepsina únicamente rompe los enlaces peptídicos formados entre fenilalanina y fenilalanina y entre fenilalanina y tirosina.
Así, las proteínas que ingresan al estómago se convierten en péptidos (cadenas cortas formadas por unos pocos aminoácidos) o aminoácidos sencillos, en función de la proteína ingerida. La pepsina es una enzima especial, ya que es más activa a un pH de entre 2 y 3, que es el valor de pH que toma el estómago tras la ingestión de alimentos. Por encima de pH 5 se inactiva, mientras que la mayoría de enzimas lo hacen a pH ácido. La digestión, por tanto, requiere necesariamente una concentración alta de protones, H+, en el estómago.
Sin embargo, a veces, cuando comemos en exceso o ingerimos alimentos muy pesados (cafeína, alcohol, cítricos, encurtidos, vinagre, embutidos, carnes rojas…), los niveles ácidos del estómago se descompensan, sentimos esa molesta acidez y debemos recurrir a un antiácido. Un antiácido no es otra cosa que un compuesto químico que, actuando como base reacciona con el exceso de ácido (protones) del estómago, generando una reacción de neutralización.
Así pues, un antiácido consigue aumentar el pH del estómago, y así elimina la acidez que sentimos. Los antiácidos de neutralización directa más habituales son: bicarbonato sódico, carbonato de aluminio, carbonato cálcico, hidróxido de magnesio e hidróxido de aluminio.
La reacción general de neutralización del ácido estomacal con un antiácido se puede expresar como:
HCl (ácido gástrico) + Antiácido (base débil) →
H2O + CO2 + sales conjugadas
La cantidad de CO2 dependerá del antiácido que estemos utilizando; en concreto, se generará dióxido de carbono si usamos bicarbonato o carbonato, lo cual provocará los molestos eructos. Veamos esas reacciones de neutralización:
NaHCO3 + HCl→ NaCl + CO2 + H2O
CaCO3 + 2 HCl → CaCl2 + CO2 + H2O
Existen otros antiácidos que no producen CO2, tales como el hidróxido de aluminio y el hidróxido de magnesio:
3 HCl + Al (OH)3 → AlCl3 + 3 H2O
Mg(OH)2 + 2 HCl → MgCl2 + 2 H2O
Sin embargo, aunque estos otros antiácidos no producen CO2, y por lo tanto se evita tener los incómodos eructos anteriormente citados, tienen una contrapartida y es que sus productos de neutralización al usar sales de calcio o de aluminio, pueden provocan estreñimiento, y las de magnesio, por el contrario, pueden tienen efectos laxantes.
Por ello, otro antiácido muy utilizado es la combinación del hidróxido de aluminio y de magnesio, que contrarresta en parte estos efectos laxantes y de estreñimiento, es el conocido almagato, cuya reacción de neutralización es:
Al2Mg6(OH)14(CO3)2 + 18 HCl → 2 AlCl3+ 6 MgCl2+ 2 CO2 + 16 H2O
Explicación:
Espero te ayude.
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El ácido clorhídrico segregado en el estómago posibilita que el pepsinógeno inactivo se hidrolice, desprendiéndose de algunos aminoácidos para formar la pepsina, forma activa de la enzima. La pepsina es una enzima capaz de hidrolizar proteínas (es decir, de romper enlaces peptídicos)