¿porque el hombre antiguo tuvo la necesidad de medir? ¿porque el hombre moderno tambin tiene esta necesidad?
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La necesidad que ha tenido el hombre de medir el tiempo, desde el principio de los días, ha agudizado su ingenio a través de los siglos. Un repaso a los instrumentos para medir el paso del tiempo es lo que se ha propuesto mostrar el joyero y relojero Domingo Pérez Somoza, propietario de la Joyería Domingo, situada en la calle Cardenal, de Monforte. Su pasión por los relojes le viene desde niño, y de familia, puesto que fueron sus padres los que en 1958 abrieron el negocio. Su afición resultó ser también su oficio, y por ello siempre ha investigado en el mundo de la relojería. Ahora se le ha ocurrido montar una exposición de una veintena de piezas, réplicas de relojes antiguos, algunos milenarios, que lleva adquiriendo desde hace años para su colección particular, en lugares tan distintos como Madrid, California o Argentina. Está abierta al público desde hace tres semanas y hasta septiembre.
Además de la exposición de las piezas, Pérez Somoza ha ilustrado cada una de ellas con paneles explicativos sobre su datación y la explicación de su mecanismo. «Los primeros sistemas que utilizó el hombre para medir el tiempo fueron el sol, de día, y las estrellas, de noche. El problema surgía cuando el cielo estaba cubierto, y fue ahí cuando tuvo que poner a funcionar la imaginación para idear otros sistemas», explica. Los primeros relojes fueron los de fuego, y funcionaban como una vela, que iba marcando el tiempo según se consumía. Después llegaron los relojes de arena, más conocidos que los anteriores, y los de agua, que funcionan con un mecanismo similar. En realidad, «estos instrumentos no servían para dar la hora, sino para marcar espacios de tiempo», continúa. En el siglo XII llegaron los relojes mecánicos, de hierro, que funcionaban mediante el sistema de «regulación foliot», o en el XV la «regulación volante». Estos instrumentos solo tenían una aguja para marcar las horas y estaban colocados en lugares públicos, como las fachadas de las iglesias o los ayuntamientos. La auténtica revolución llegó, según relata Domingo, con la invención del reloj de péndulo, en 1656, mucho más exacto y ya con la aguja del minutero. «El problema es que estos relojes no podían usarse en ámbitos como la navegación, pues exigían estar estáticos, así que en en 1675 se inventó el reloj de «volante espiral». En ambos casos, son relojes de cuerda y estos mecanismos se siguen utilizando aún hoy en día», aclara. En 1950 se inventó el reloj de cuarzo, de pila, y más tarde el reloj atómico.
La muestra recoge otras curiosidades, como que el primer reloj de pulsera se inventó en 1812 a petición de la reina de Nápoles, pero, sin embargo, su uso se prohibió a las mujeres. Todo un cúmulo de curiosidades y enseñanzas para comprender por qué hoy en día no se entendería la vida sin relojes.
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