resumen de la lectura la M A L D I T A Isabel.
El 27 de noviembre, miércoles, la flotilla entró en la bahía, quedado asentado el fuerte de Navidad. Cerca de la medianoche una canoa, repleta de indios, se acercó a la nao capitana Marigalante. Dos indios subieron a bordo de la nao y, en nombre de Guacanagarí, ofrendaron al Almirante varias carátulas de oro. Pero los embajadores del gran cacique se portaban de una manera rara… Miraban alrededor con recelo y respondían a las preguntas del Almirante de muy mala gana.
El 29 de noviembre el Almirante con un grupo de soldados y marinos, armados de arcabuces, desembarcaron cerca de la villa quemada.
Cerca de las ruinas del fuerte Alonso Ojeda encontró cadáveres bajo una delgada capa de tierra. Por los restos del atuendo Ojeda se dio cuenta en seguida que se traba de cristianos.
Por mediación del intérprete Diego, se supo cómo habían encontrado la muerte los 39 moradores del fuerte de Navidad.
Casi desde el primer día los “buenos cristianos” empezaron a ajustarse las cuentas mutuamente. Pero Gutiérrez, repostero de estrados del rey, y el escribano Rodrigo de Escobeda mataron a un marino y luego, con un grupo de perturbadores, se fueron a buscar minas de oro en las tierras del cacique vecino Canoabo.
Invadieron las posesiones de Canoabo entregándose al pillaje y al saqueo. A diferencia de Guacanagarí, Canoabo no era un cacique pacífico. Combatió contra los invasores y les dio muerte; luego se dirigió al fuerte de Navidad y le prendió fuego, reduciéndolo a cenizas.
Pero cuando las huestes de Canoabo incendiaron el fuerte, en él quedaban pocos cristianos. La mayoría de los colonos se habían ido cada uno por su lado, prendían fuego y saqueaban los poblados de los indios, robaban mozas indígenas y se peleaban por el botín.
El destino que corrieron los primeros colonos fue triste y aleccionador. Se cumplieron los confusos presentimientos del Almirante. La insaciable codicia de sus hombres dio frutos amargos. Y no sólo para los colonos. También los indios se enteraron de la crueldad y avaricia de los blancos forasteros. Los días dorados del júbilo de los primeros encuentros pasaron para siempre.
El buen fraile Bernando Boil propuso vengar la muerte de los 39 cristianos ajusticiando al cacique Guacanagarí. Más el Almirante se opuso, porque creía que los cristianos que había guarnecido el fuerte ya estaban muertos y la aprehensión del reyezuelo Guacanagarí no resucitaría a los difuntos ni les ayudaría a subir a los cielos, si no estaban ya en el paraíso.
Sin embargo, el Almirante tomó esta decisión no solo por su buen corazón. Colón pensaba que no tenía sentido dar muerte a Guacanagarí.
El cacique contaba con familiares entre otros reyezuelos indígenas que podrían indignarse por semejante represalia. Además no había llegado aún la hora de las ejecuciones. Primero tenían que fundar una villa en algún lugar de La Española para sentirse más seguros sobre esta tierra y sólo después de castigar a los culpables si se aclaraba la verdad.
El 2 de enero de 1494, día 26 de navegación costera, la flotilla entró en una ancha ensenada. El paisaje fascinó al Almirante quien dio la orden de bajar todos a tierra. Aquel mismo día empezaron a construir la villa que, en honor a la reina, llamaron Isabela.
El futuro apareció ante el Almirante pintado de color rosa. Suponía que la Isabela se convertiría en floreciente colonia comercial, como las factorías genovesas en Quíos. Los colonos trocarían mercaderías con los indios y durante sus horas de ocio buscarían oro. El problema de alimentar a los pobladores de la Isabela le parecía fácil de resolver: al cabo de dos meses la tierra fértil daría espléndidas cosechas, bastaría tan sólo ararla y sembrar las semillas de cereales y legumbres que traían de Castilla.
Pero La Española no se parecía en nada a la acomodada isla de Quíos ni sus habitantes tenían nada de común con los isleños y civilizados del Mar Egeo. Además, los expedicionarios de Colón no sentían muchas ganas de cultivar la tierra y traficar pacíficamente con los aborígenes.
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Respuestas
RESUMEN⤵
Más el Almirante se opuso, porque creía que los cristianos que había guarnecido el fuerte ya estaban muertos y la aprehensión del reyezuelo Guacanagarí no resucitaría a los difuntos ni les ayudaría a subir a los cielos, si no estaban ya en el paraíso.
Primero tenían que fundar una villa en algún lugar de La Española para sentirse más seguros sobre esta tierra y sólo después de castigar a los culpables si se aclaraba la verdad.
El problema de alimentar a los pobladores de la Isabela le parecía fácil de resolver: al cabo de dos meses la tierra fértil daría espléndidas cosechas, bastaría tan sólo ararla y sembrar las semillas de cereales y legumbres que traían de Castilla.
Pero Gutiérrez, repostero de estrados del rey, y el escribano Rodrigo de Escobeda mataron a un marino y luego, con un grupo de perturbadores, se fueron a buscar minas de oro en las tierras del cacique vecino Canoabo
Respuesta: el Almirante se opuso, porque creía que los cristianos que había guarnecido el fuerte ya estaban muertos y la aprehensión del reyezuelo Guacanagarí no resucitaría a los difuntos ni les ayudaría a subir a los cielos, si no estaban ya en el paraíso.
Primero tenían que fundar una villa en algún lugar de La Española para sentirse más seguros sobre esta tierra y sólo después de castigar a los culpables si se aclaraba la verdad.
El problema de alimentar a los pobladores de la Isabela le parecía fácil de resolver: al cabo de dos meses la tierra fértil daría espléndidas cosechas, bastaría tan sólo ararla y sembrar las semillas de cereales y legumbres que traían de Castilla.
Pero Gutiérrez, repostero de estrados del rey, y el escribano Rodrigo de Escobeda mataron a un marino y luego, con un grupo de perturbadores, se fueron a buscar minas de oro en las tierras del cacique vecino Canoabo
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