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La vocación americanista del Perú tuvo como último intento de evitar la infausta Guerra del Pacífico con la denominada Misión Lavalle, encabezada por el destacado diplomático José Antonio de Lavalle, que partió del Callao hacia Chile el 22 de febrero de 1879 (hace 140 años) con la instrucción de evitar el conflicto bélico.
Proveniente de una familia aristocrática, político e intelectual de categoría, De Lavalle tenía una larga trayectoria diplomática con servicios en las delegaciones peruanas de Washington, Roma, Madrid, San Petersburgo y Berlín. Dominaba con fluidez el inglés y francés. Fue senador por Apurímac antes de la guerra.
Después de los hechos que precipitaron la invasión del territorio boliviano de Antofagasta por las tropas chilenas, el riesgo de que el Perú se viera involucrado en el conflicto salitrero era inminente principalmente por dos motivos:
- La presión boliviana hacia el Perú para que este reconociera el tratado de defensa mutua firmado por ambos países en 1873
- En el caso de que el Perú desconociera el tratado, la posible alianza chileno-boliviana para que Chile se anexara la zona de Antofagasta y Bolivia tuviera salida al mar por el puerto peruano de Arica.
A principios de 1879 nuestra situación económica, militar, naval y política no permitían, de ninguna forma, afrontar una guerra con éxito y esto lo sabía bien la clase dirigente, no así la clase popular. El arreglo diplomático mediante un arbitraje era la única solución conveniente para el Perú.
De Lavalle aceptó patrióticamente la espinosa misión y fue nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Perú ante el Gobierno chileno.
Cuando llegó a Chile sufrió los desmanes del populacho –soliviantado por la prensa y los grupos de poder chilenos–, que apedreó las sedes diplomáticas peruanas de Valparaíso y Santiago. Sin embargo, los altos representantes del gobierno, como el propio presidente Aníbal Pinto y su ministro, Domingo Santa María, lo trataron con deferencia y respeto, merced a su valía personal y profesional.
Poco más de un mes duraron las esforzadas gestiones diplomáticas de De Lavalle en Chile, pero ante la negativa del Gobierno peruano de declararse neutral en el conflicto chileno-boliviano, la guerra era inevitable. El 1 de abril, alertó a Lima con un lacónico telegrama: “Se va a declarar la guerra al Perú el 4. Refuercen Arica”.
Tiempo después, fue llevado prisionero a Chile durante la triste etapa de la ocupación. En 1883, sacrificó su futuro político al aceptar el encargo de negociar con Chile el Tratado de Ancón, en el que el país se desmembraba a cambio de la desocupación del resto del territorio nacional.
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La vocación americanista del Perú tuvo como último intento de evitar la infausta Guerra del Pacífico con la denominada Misión Lavalle, encabezada por el destacado diplomático José Antonio de Lavalle, que partió del Callao hacia Chile el 22 de febrero de 1879 (hace 140 años) con la instrucción de evitar el conflicto