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. Aristóteles, Galileo, Newton y Einstein
Aristóteles decía que cada cosa tiende por naturaleza a cierta posición preferida. Por ejemplo: Una piedra cae porque es natural que vaya al suelo, ya que la piedra y el suelo tienen naturaleza parecida. Los movimientos que observamos son precisamente su tendencia de ir allí.
Pero Aristóteles no era tonto, distinguía entre lo que llamaba movimientos naturales (p.ej el agua bajando por un torrente) y movimientos violentos (p.ej. disparar una flecha). En los movimientos violentos, producidos por los seres vivos, creía que siempre debía estar actuando una fuerza. En el caso de la flecha, la fuerza inicial la producía el arquero, pero luego creía que lo que mantenía la flecha en movimiento era la fuerza del aire que la empujaba constantemente desde atrás.
Hasta Galileo (siglo XVII) esta fue la teoría aceptada.
Galileo no sólo reflexionó sobre esto (¿qué pasa si el arquero dispara su flecha atravesada?; ¿no debería llegar más lejos, si de verdad el aire la empuja, dado que en esa dirección ofrece más superficie que de frente?), sino que también experimentó tirando distintos objetos desde la Torre inclinada de Pisa. Observó que los cuerpos caían igual, independientemente de su masa, tamaño y forma (si despreciaba el efecto de fricción del aire) y que no caían con velocidad constante, como creía Aristóteles, sino que iban acelerándose.
Newton desarrolló estas ideas en su teoría de la gravitación universal. Lo veremos en detalle a lo largo de todo el texto. Pero ahora nos interesa su lado humano. Newton puede que fuera un genio, pero era, por supuesto, humano. En esta carta le vemos quejándose del tiempo que se tarda en investigar las cosas a fondo y de que la mayor parte de las veces llega uno a callejones sin salida, sin provecho aparente:
Carta de Newton (23 de febrero de 1685) al secretario de la Royal Society al registrar su libro "Propositions de Motu": "Gracias por incluir en el Registro mis ideas sobre el movimiento. Planeaba hacerlo antes, pero el estudio de varias cosas me ha llevado más tiempo del que yo pensaba, y en gran medida, para nada. Ahora voy a irme a Lincolnshire por un mes o mes y medio. Luego quiero acabarlo [la escritura de su libro Philosophiae Naturalis Principia Mathematica donde presentaba la teoría de la gravitación] tan pronto como pueda".
La historia de la manzana y Newton es casi tan famosa como la de Eva y su manzana (¿qué tendrán las manzanas?). Hay quien piensa que es también una leyenda, pero miren esto escrito por un amigo suyo. Nos enseña, entre otras muchas cosas, que reflexionar sobre lo que vemos (aunque parezca intrascendente) es la clave.
W. Stukeley (Memorias de la vida de sir Isaac Newton): "Tras la cena [el 15 de abril de 1726], con clima agradable, salimos al jardín él [Newton] y yo a tomar el té a la sombra de unos manzanos. En la conversación me dijo que estaba en la misma situación que cuando le vino a la mente por primera vez la idea de la gravitación. La originó la caída de una manzana, mientras estaba sentado, reflexionando. Pensó para sí ¿por qué tiene que caer la manzana siempre perpendicularmente al suelo? ¿Por qué no cae hacia arriba o hacia un lado, y no siempre hacia el centro de la Tierra? La razón tiene que ser que la Tierra la atrae. Debe haber una fuerza de atracción en la materia; y la suma de la fuerza de atracción de la materia de la Tierra debe estar en el centro de la Tierra, y no en otro lado. Por esto la manzana cae perpendicularmente, hacia el centro. Por tanto, si la materia atrae a la materia, debe ser en proporción a su cantidad [la masa]. La manzana atrae a la Tierra tanto como la Tierra atrae a la manzana. Hay una fuerza, la que aquí llamamos gravedad, que se extiende por todo el universo".