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La literatura indígena es la creación individual o colectiva (oral o escrita) que se recrea, se piensa y se estructura a partir de los elementos estilísticos y patrones culturales de los pueblos indígenas. Esta literatura, refleja no sólo el sentir y la sensibilidad de cada creador, sino que está impregnada del pensamiento filosófico de los pueblos, de la palabra de los ancianos, los acontecimientos históricos y cotidianos, así como la concepción de belleza y armonía que cada cultura posee.
Esta literatura se diferencia de la literatura indianista, indigenista y la literatura en lenguas indígenas, pues cada una tiene sus propias características. La literatura indianista surge después del movimiento de independencia en el que existe la búsqueda de una identidad propia y se exacerba la pasión nacionalista. El esplendor del pasado prehispánico se enaltece y las culturas indígenas se convierten en símbolos de resistencia frente al colonialismo español, sin embargo, la valoración de lo indígena es sólo externo, pues los escritores de esta literatura no eran indígenas, sino portavoces de las culturas oprimidas que no podían levantar la voz. Entre los escritores destacados de esta corriente literaria figuran: Mariano Meléndez Muñoz, Eligio Ancona, Eulogio Palma y Palma, Ireneo Paz y José Luis Tercero.
La literatura indigenista en México surge durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, El indio, de Gregorio López y Fuentes inaugura esta corriente en 1935. La literatura indigenista, particularmente la narrativa, tiene distintas tendencias desde su aparición. Un rasgo común que comparten es que la mayoría de las obras resaltan los aspectos sociales, son frecuentes los temas sobre la explotación, la pobreza, la marginación y el choque entre la cultura hispana y las indígenas. Los escritores de esta literatura tratan de adentrarse al pensamiento indígena desde su perspectiva, pues no pertenecen a estas culturas. Otras obras importantes de esta época son: El resplandor de Mauricio Magdaleno, La rebelión de los colgados de Bruno Traven, El callado dolor de los tzotziles de Ramón Rubín, El diosero de Francisco Rojas y otros. La narrativa indigenista de 1940 a 1960 fue una combinación de etnografía con testimonio, Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas es la obra más representativa de esta época. La narrativa indigenista de los años cincuenta trata de penetrar la cosmología indígena y los personajes indígenas son más convincentes; se intenta mostrarlos en su contexto cultural. Eraclio Zepeda con Benzulul, Rosario Castellanos con Balún Canán, Ciudad Real y Oficio de Tinieblas y María Lombardo con La culebra tapó el río, cierran este ciclo.
La literatura en lenguas indígenas apareció recientemente. Es realizada por indígenas que han accedido a la escritura de sus lenguas autóctonas y han producido diversos textos. Sin embargo, las lenguas indígenas son empleadas sólo como instrumento para decir lo que se piensa y se construye en español, es decir, no hay una reflexión y búsqueda de formas literarias en las lenguas indígenas. Esta literatura que no ha generado obras relevantes, tiene como contribución más importante la escritura de las lenguas indígenas y la recopilación de la tradición oral existente en las comunidades.
La literatura indígena contemporánea se inicia con el escritor zapoteco Andrés Henestrosa; su obra, Los hombres que dispersó la danza, está recreado de las costumbres de su pueblo e introduce vocablos zapotecos en el español que emplea. Andrés Henestrosa no sólo escribe narrativa en español, sino también poesía en su lengua materna. De esta generación de escritores zapotecos figuran también Gabriel López Chiñas y Pancho Nácar y más tarde, Víctor de la Cruz y Macario Matus.
Esta literatura se diferencia de la literatura indianista, indigenista y la literatura en lenguas indígenas, pues cada una tiene sus propias características. La literatura indianista surge después del movimiento de independencia en el que existe la búsqueda de una identidad propia y se exacerba la pasión nacionalista. El esplendor del pasado prehispánico se enaltece y las culturas indígenas se convierten en símbolos de resistencia frente al colonialismo español, sin embargo, la valoración de lo indígena es sólo externo, pues los escritores de esta literatura no eran indígenas, sino portavoces de las culturas oprimidas que no podían levantar la voz. Entre los escritores destacados de esta corriente literaria figuran: Mariano Meléndez Muñoz, Eligio Ancona, Eulogio Palma y Palma, Ireneo Paz y José Luis Tercero.
La literatura indigenista en México surge durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, El indio, de Gregorio López y Fuentes inaugura esta corriente en 1935. La literatura indigenista, particularmente la narrativa, tiene distintas tendencias desde su aparición. Un rasgo común que comparten es que la mayoría de las obras resaltan los aspectos sociales, son frecuentes los temas sobre la explotación, la pobreza, la marginación y el choque entre la cultura hispana y las indígenas. Los escritores de esta literatura tratan de adentrarse al pensamiento indígena desde su perspectiva, pues no pertenecen a estas culturas. Otras obras importantes de esta época son: El resplandor de Mauricio Magdaleno, La rebelión de los colgados de Bruno Traven, El callado dolor de los tzotziles de Ramón Rubín, El diosero de Francisco Rojas y otros. La narrativa indigenista de 1940 a 1960 fue una combinación de etnografía con testimonio, Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas es la obra más representativa de esta época. La narrativa indigenista de los años cincuenta trata de penetrar la cosmología indígena y los personajes indígenas son más convincentes; se intenta mostrarlos en su contexto cultural. Eraclio Zepeda con Benzulul, Rosario Castellanos con Balún Canán, Ciudad Real y Oficio de Tinieblas y María Lombardo con La culebra tapó el río, cierran este ciclo.
La literatura en lenguas indígenas apareció recientemente. Es realizada por indígenas que han accedido a la escritura de sus lenguas autóctonas y han producido diversos textos. Sin embargo, las lenguas indígenas son empleadas sólo como instrumento para decir lo que se piensa y se construye en español, es decir, no hay una reflexión y búsqueda de formas literarias en las lenguas indígenas. Esta literatura que no ha generado obras relevantes, tiene como contribución más importante la escritura de las lenguas indígenas y la recopilación de la tradición oral existente en las comunidades.
La literatura indígena contemporánea se inicia con el escritor zapoteco Andrés Henestrosa; su obra, Los hombres que dispersó la danza, está recreado de las costumbres de su pueblo e introduce vocablos zapotecos en el español que emplea. Andrés Henestrosa no sólo escribe narrativa en español, sino también poesía en su lengua materna. De esta generación de escritores zapotecos figuran también Gabriel López Chiñas y Pancho Nácar y más tarde, Víctor de la Cruz y Macario Matus.
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