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Uno de los grandes problemas que ha tenido España a lo largo de su historia es su escasa población, a menudo agravada en determinas zonas por su coyuntura o situaciones concretas. Una de ellas, auténtico paradigma, fue Sierra Morena, que primero fue una deshabitada tierra de nadie que separaba el territorio cristiano del musulmán y donde, más tarde, hubo bastante reticencia a instalarse debido al paso por la región de la carretera que comunicaba Andalucía con Castilla a través del puerto de Despeñaperros, que atraía a numerosos bandoleros; no es una novedad la gravedad que llegó a alcanzar el bandolerismo en ese lugar.
En total eran una treintena de localidades que reunían a algo más de millar y medio de familias, de las que doscientas cincuenta y cinco eran de procedencia nacional, sobre todo de Cataluña y Galicia. A cada colono se le dieron cincuenta fanegas de tierra para cultivar (unas treinta y dos hectáreas), aperos de labranza, algo de ganado (dos vacas, cinco ovejas, cinco cabras, cinco gallinas, un gallo y una “puerca de parir”), pan durante un año y trescientos veintiséis reales de vellón, aparte de campos comunales para los animales y recogida de leña. Asimismo, tenían exención de impuestos durante una década.
Carlos III entregando tierras a los colonos de Sierra Morena (José Alonso del Rivero)El proceso de colonización de Sierra Morena se extendió a lo largo de cuarenta años, período durante el cual Olavide fue encausado por la Inquisición acusado de haber formulado tiempo atrás veintiséis proposiciones heréticas (entre ellas leer libros proscritos, dudar de la existencia del infierno, defender el sistema de Copérnico o prohibir que las campanas tocasen a muerto por la peste); el tribunal le condenó a ocho años de prisión pero escapó a Francia, donde tuvo relación con Voltaire y los enciclopedistas, fue perseguido por los revolucionarios jacobinos y al final pudo regresar a España perdonado gracias a la publicación de una obra titulada Evangelio en triunfo. Al frente de las Nuevas Poblaciones le sustituyó otro ilustrado menos heterodoxo, Tomás González Carvajal en 1795.
Carvajal permaneció en el puesto hasta 1807, año en que tuvo que dejarlo porque el clima de la zona le afectó gravemente a la salud. Algo que pasó también con muchos de los colonos centroeuropeos, que fallecieron víctimas de fiebres tercianas , la adversidad que les mostraron algunos hacendados expropiados del entorno, el choque de costumbres o incluso el hecho de que parte de ellos resultaron ser “tunantes” e “inútiles que desconocen lo más elemental de la agricultura” (con lo que los rendimientos agrícolas fueron escasos), por lo cual hubo que traer más gente de rincones de España. En 1835, considerando que las Nuevas Poblaciones ya estaban totalmente enraizadas, se les retiró el fuero especial por el que se regían, lo que, paradójicamente, las hirió de muerte como tales.
El fomento de matrimonios mixtos con españoles/as, y una intensa labor docente hicieron que se fueran diluyendo las diferencias, especialmente en el aspecto cultural. Actualmente, aunque la gente terminó mezclándose, aun se pueden encontrar rincones donde no sólo abundan los apellidos germánicos sino que también conservan rasgos físicos centroeuropeos (piel clara, pelo rubio…) e incluso algunas palabras y expresiones en alemán; cada vez menos, dicho sea de paso.