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Respuesta:
El incesto ha sido una enorme preocupación de la cultura durante toda la existencia del ser humano. De alguna manera estamos atrapados por él; ha sido prohibido explícitamente en todos los pueblos con castigos ejemplares y particularmente severos.
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En las tribus primitivas, el macho líder tenía el derecho sobre todas las hembras, ajenas o propias y las hijas hacían parte de este paquete. Cuando el macho joven trataba de tener relaciones sexuales con las hembras de su grupo, incluyendo la madre y las hermanas, el padre, en defensa de su territorio, lo corría . Esto podría implicar hasta su muerte, o en sentido metafórico o real, la extirpación violenta de los genitales. De ahí el temor ancestral a la castración. Esta es una de las teorías para explicar el porqué rehuimos el incesto. Para Freud, esta experiencia se volvió con el correr del tiempo, en inconsciente y por el temor a la castración, rehuimos el incesto, olvidándonos de su origen pero sintiendo el pánico ante la venganza y retaliación del padre. Por eso la mujer, desde un punto de vista teórico, tendría menos temores a cometerlo: no tiene nada que perder. Solo la pérdida del amor de la madre la detendría. Para los antropólogos, con Levi Strauss a la cabeza, la prohibición del incesto es menos primaria y violenta. Se trata de una consciente conciliación y arreglo entre los hombres de la tribu para romper con la endogamia y por lo tanto con la guerra. Si se poseía solamente a mujeres de la tribu, esta se cerraba y no aceptaba al vecino por peligroso. Pero si se prohibía el comercio sexual entre mujeres y hombres de un mismo clan y se intercambiaban las mujeres con el vecino, comenzaría un comercio afectivo positivo entre los diferentes miembros de ambos grupos y no habría lucha. El intercambio de mujeres acababa con la guerra. En este último caso, habría menos de temor en la prohibición del incesto y más de racionalidad. Pero lo que vemos realmente es que la carga afectiva negativa, la culpa y el rechazo social ante el incesto, amén de las graves consecuencias en el menor que lo vive, hacen pensar que quizá la hipótesis freudiana es más valedera.