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A lo largo de 700 años los mayas alcanzaron una elevada prosperidad intelectual y artística. Fue suficiente este tiempo para que una cultura provista de las principales invenciones humanas saliera prácticamente de la nada hasta elevarse al nivel de las grandes civilizaciones. Si la prosperidad alcanzada por el pueblo maya, dividido como estaba en comunidades desperdigadas sobre un territorio hostil, constituye un misterio, éste es mayor en tanto que una absoluta decadencia siguió al más brillante destino. Cuando los conquistadores españoles avistaron las costas de Yucatán hacía más de quinientos años que las ciudades de Tikal, Copán y Palenque habían sido engullidas por la selva. El final de las grandes ciudades clásicas edificadas en el Petén, Chiapas, Belice, y Honduras, se refleja en la interrupción repentina de las inscripciones y la datación de los monumentos, una actividad que cese casi repentinamente en diferentes emplazamientos sin que se sepa la razón exacta. Pero, aún así, a la llegada de los conquistadores la vigorosa tradición de la civilización maya todavía se hallaba arraigada con fuerza en todo el territorio del Mayab. De hecho la última ciudad-estado maya sobrevivió a orillas del lago Petén hasta finales del s.XVII. Es decir, aún tras la Conquista los mayas no desaparecieron; de hecho todavía hoy los distintos pueblos mayas viven en Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán, Quinta Roo, Guatemala, y en menor medida en Honduras y El Salvador igual que sus antepasados lo hicieron durante cientos de años. A lo largo de siglos los mayas legaron al mundo uno de los vestigios arqueológicos más impresionantes, repletos de grandes edificios de piedra, monumentos labrados y pintados, así como magníficas tumbas. Sin embargo, la razón por la cual aquellos lugares fueron abandonados constituye un verdadero enigma histórico. Las estelas o los dinteles empezaron a escasear a partir del 790. La última fecha de Bonampak se remonta al 795. En Palenque, el 799; en Yaxchilán, 808; en Quiriguá y Piedras Negras, 810; en Copán, 820; en Macháquela, 841; en Altar de Sacrificios, 849; en Tikal, 879; en Ceibal, 889; en Chichén Itzá, 898; y en Toniná se descubrió la última fecha basada en la cuenta larga que señala el año 909. Es decir, en poco más de un siglo, la brillante cultura de los mayas se detuvo, las tradiciones cayeron en el olvido y las ciudades entraron en decadencia una detrás de otra. Así, pues, lo que se denomina “colapso” fue un proceso que se produjo por espacio de unos 130 años y lo más probable es que muchos pueblos mayas experimentaran cambios progresivos en sus vidas cotidianas a través de un proceso que no fue uniforme, pero sí que se tornó imparable.