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El otro día tuve muy mala suerte porque me regalaron una mochila por mi santo pero...¡estaba rota! Luego intenté arreglarla pero lo empeoré. La lleve a la tienda para que me la arreglasen pero no tenía el dinero suficiente y no la pude usar así que la tire a la basura. Pero, en ese momento, me di cuenta de que si se lo decía a mi madre me la podría arreglar porque ella es costurera pero... no había remedio. Cuando pensaba que la cosa no podría ir peor, mi madre, que es un privilegio de mujer, para animarme, me compro una nueva mochila y aún más chula que la anterior. Luego, me enseñó a coser para que pudiera arreglar mis cosas cuando se me descosieran. Y a veces, no hay que ser pesimista, que es lo que me ha ayudado en esta situación.
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