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Respuesta:
uy
Explicación:
La Difunta Correa es una figura mítica pagana en la religión popular del Norte Argentino, especialmente entre las clases populares, entre las cuales cuenta con una gran devoción. Se ha extendido, de manera limitada, a países vecinos como Uruguay. Cada año desde su creación entre 1835 y 1850,1 se dice que ocurren milagros en el santuario de la Difunta Correa, y miles de personas lo visitan cada año para presentar sus respetos. El santuario está ubicado en el pequeño pueblo de Vallecito, en la provincia de San Juan, a 1160 km de Buenos Aires y a 63 km de la ciudad de San Juan.
Índice
1 Historia
2 Devoción
2.1 Cómo llegar
3 Otros datos
4 Véase también
5 Referencias
6 Enlaces externos
Historia
Se conservan diversas versiones de la leyenda, conforme a la cual Deolinda Correa, o Dalinda Antonia Correa, según el nombre con el cual aparece mencionada en el relato más antiguo (Chertudi y Newbery, 1978), fue una mujer cuyo marido, Clemente Bustos, fue reclutado forzosamente hacia 1840, durante las guerras civiles. Vivían en el departamento de Angaco (provincia de San Juan) donde vivía la familia. La soldadesca montonera que viajaba a La Rioja obligó al marido de Deolinda, contra su voluntad, a unirse a las montoneras. Esto hizo que Deolinda, angustiada por su marido y a la vez huyendo de los acosos del comisario del pueblo, decidiera ir tras él.
Deseosa de reunirse con su marido en La Rioja tomó a su hijo lactante y siguió las huellas de la tropa por los desiertos de la provincia de San Juan llevando consigo sólo algunas provisiones de pan, charqui y dos chifles de agua. Cuando se le terminó el agua de los chifles, Deolinda estrechó a su pequeño hijo junto a su pecho y se cobijó debajo de la sombra de un algarrobo. Allí murió a causa de la sed, el hambre y el agotamiento.
Cuando unos arrieros pasaron por el lugar al día siguiente y encontraron el cadáver de Deolinda, su hijito seguía vivo amamantándose de sus pechos, de los cuales aún fluía leche. Los arrieros la enterraron en el paraje conocido hoy como Vallecito y se llevaron consigo al niño.
Al conocerse la historia, muchos paisanos de la zona comenzaron a peregrinar a su tumba, construyéndose con el tiempo un oratorio que paulatinamente se convirtió en un santuario. La primera capilla de adobe en el lugar fue construida por un tal Zeballos, arriero que en viaje a Chile sufrió la dispersión de su ganado. Tras encomendarse a Correa, pudo reunir de nuevo a todos los animales.